Pablo vive
Rafael J. Pérez
Lunes, 27 de febrero 2017, 08:39
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Rafael J. Pérez
Lunes, 27 de febrero 2017, 08:39
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Pablo Ráez Martínez falleció en su domicilio en la tarde del sábado. Tenía veinte años. Ayer domingo tuvo lugar su funeral. Una despedida repleta de oración, emoción y recuerdos que se celebró en una abarrotada parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación de Marbella. Acudieron los suyos. Los suyos que son multitud: familia, amigos y todos aquellos que sintieron cercana su persona y causa. Pablo ha muerto pero vive en todos aquellos que gracias a su llamamiento recibieron vida. Las donaciones de médula ósea crecieron en España. En Málaga concretamente un 1.300% Pablo se marcó el reto de llegar al millón de donantes. La campaña espoleó las conciencias de miles de personas que asumieron como suya la petición del joven marbellí y acudieron a su llamada.
Su vida y mensaje había tocado muchas vidas y corazones. De una u otra manera. Pero de forma honda. Aquello que es genuino queda grabado para siempre en el corazón humano. Y por eso el sacerdote José López en el funeral afirmó: «Pablo creía que el mundo podía cambiar; ha hecho todo lo que podía hacer. Sigamos nosotros». Personas anónimas y conocidas como políticos o artistas reaccionaron ante su pérdida. Por algo será. Será que seguimos necesitando muchos Pablos: aquellos que cuando hablan o escriben lo hacen desde la vida y desde la convicción más profunda, no desde palabras vacías; esos que espolean las conciencias para ofrecer luz y actuar con el corazón, como él decía en su mensaje de Navidad; los que hablan de tú a tú en el lenguaje que la gente entiende, sin correcciones políticas y con la fuerza de la existencia.
Su muerte lega una enseñanza vital: tu problema puede ser revertido en vida. ¿A cuántas personas habrá dado vida su campaña de donaciones? ¿A cuántas habrá sido de ejemplo ante la sinrazón de la enfermedad? ¿A cuántas habrá supuesto un impulso para mirar la vida con los ojos del corazón y esperanza?
Por expreso deseo de la familia, de la que por cierto es necesario hacer un justo reconocimiento: un joven así tiene buena cuna, no se ha suspendido la concesión de las medallas de la ciudad de Marbella. Todo un gesto de generosidad ante la necesidad de entender que la vida sigue. De que se necesitan más personas como Pablo que nos acompañen en el camino a la manera de los panaderos cuando prueban el pan: a diario.
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