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VOLTAJE

Hablar normal

Consideramos normal que la Iglesia se meta hasta el fondo de nuestras vidas, incluso hasta en la lengua

Txema Martín

Viernes, 24 de febrero 2017, 08:27

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Al obispo de Salamanca no le gusta que los salmantinos imposten el acento andaluz durante las procesiones de Semana Santa porque «suena mal» y no entiende que «durante todo el año se hable con normalidad y en Semana Santa se utilice un acento que nada tiene que ver con la ciudad en la que vivimos». La verdad es que dicho así tampoco parece muy lógico, pero tampoco suena a disparate. Es decir, que la gente debería poner el acento que le viniera en gana incluso aunque lo imposte; nosotros a veces también nos hacemos los finos, entre otras cosas para que no traten de engañarnos.

El caso es que al obispo de Salamanca, que puestos a hablar de 'normalidad' no deja de ser una persona normal por más cualidades divinas que se le achaquen. Es concretamente un señor de Ávila, al que le parece fatal que en la Semana Santa salmantina, que es en sí misma un pequeño galimatías, los mayordomos finjan acento andaluz para dar órdenes y el personal entone jaleos como 'al cielo con ella', 'levantá' o 'chicotá', algunas expresiones por cierto jamás escuchadas por aquí porque algunos parecen empeñados en confundir lo andaluz con lo sevillano. En todo esto, hay varios telones de fondo que discurren entre la relación de la Iglesia con el fenómeno de la Semana Santa, cada vez más distanciada, y la cuestión de la gracia que hace nuestro acento incluso para los momentos de mayor recogimiento.

Hay una parte honda dentro de nosotros que considera normal que la Iglesia se meta hasta el fondo de nuestras vidas, incluso hasta en la lengua. Lo dice alguien que viene de casa debidamente bautizado y comulgado, quizá más por inercia social que por una verdadera fe interior. Hacer la primera comunión era 'lo normal' en un colegio de jesuitas en el que creo que recibí una educación correcta. Ahora me acuerdo de que en mi clase había una niña que no había sido bautizada. Una de cuarenta alumnos. En algunas ocasiones la niña se nos antojaba un bicho raro, una hippy o algo así. En esa época todavía no se usaba la palabra 'friki', pero es que tampoco opino que ella lo fuera. Cierto es que a veces los demás la mirábamos con un poquito de desdén, como si nos diera miedo. Luego ese temor se transformó en hartazgo cuando descubrimos que la niña no perdía la más mínima oportunidad para sacar el tema, su tema, recordando a los demás lo guay que resultaba saber que pasaría su descanso eterno en el limbo. No creo que entonces se usara la palabra 'cool'. Afortunadamente, dicho sea de paso, ni a aquella niña ni a su madre le dieron por montar una plataforma para exigir la comunión laica y el bautizo civil, motivada quizás por un excesivo tiempo dedicado al ocio y fundamentada en las zonas más delirantes del espectro ideológico español. En el fondo, cuestiones que no difieren mucho de lo que le viene pasando al sacerdocio desde hace siglos. Lo normal.

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