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HABLAR Y VIVIR

1917

Antonio Garrido

Domingo, 19 de febrero 2017, 10:14

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Se ha dicho que la historia es la maestra de la vida y que es imprescindible conocer bien el pasado para no repetir sus errores. Esta segunda afirmación se contradice con la de que el hombre es el único animal que cae dos veces en la misma piedra; corto se queda el dicho, dos millones de veces y aún más. También se acepta que cada momento histórico tiene su circunstancia, su contexto; nada que objetar, pero existen, al menos en mi criterio, unos elementos universales que se manifiestan de modos diferentes pero que son sustancialmente idénticos a lo largo del decurso temporal.

Exactamente lo mismo sucede en el lenguaje, en los mensajes. La publicidad cambia pero lo que siempre se pretende es vender. Manos mal que hay un largo camino que favorece la creatividad con formas más o menos originales. Ahora los hombres lavan y ponen el detergente; a la agencia de publicidad le da lo mismo, como si lo pusiera un elfo o un gnomo; el caso es convencer de que esa marca es la mejor sin duda alguna. En realidad son estructuras bastante simples y más eficaces cuanto más bajo sea el nivel cultural del receptor, cuanto más se orienten a los componentes irracionales y emocionales; de manera que los criterios objetivos desaparecen o se hacen desaparecer.

Todo está en la formulación del mensaje, todo está en el idioma y en la superficie textual. En un reciente viaje me encontré con un amigo que no veía hacía mucho y me planteó la cuestión de si el andaluz era un idioma igual que lo es el catalán, el gallego o el vasco. Por muchos argumentos que le di no logré convencerlo; desde luego fracasé en mi intento y allá que se fue con sus ideas intactas e, incluso, fortalecidas. Lo mismo podrá afirmar de mi postura. ¿Dónde falla el mecanismo?

Precisamente en el componente emocional al que el lenguaje sirve. Ya pueden venir todos los ilustres miembros de la Escuela de Filología Española a presentar sus conclusiones que nada conmoverá el criterio de este señor. Lo mismo sucede en casi todos los terrenos de la vida pero pese a la limitación es muy bueno y absolutamente necesario conocer la historia y analizar con la mayor objetividad posible.

Se conmemora este año el centenario de la Revolución Rusa, aquel lejano 1917, cuando la autocracia zarista se hundió definitivamente. En plena guerra, con inmensas derrotas y el imperio en estado de motín, se creó un gobierno provisional que fue débil y que sucumbió al golpe de estado de octubre. Los comunistas con Lenin a la cabeza se hicieron con el poder. Zarismo y comunismo, aparentemente nada más opuesto, autocracia en la práctica en los dos casos aunque con lenguajes opuestos: poder de origen divino, frente a poder popular; instituciones y autoridad frente a participación y revolución; poder de las clases más favorecidos frente a poder del pueblo. Un análisis sencillo nos muestra las falacias que el lenguaje sostiene.

Mucho de este vocabulario de extrema izquierda se está repitiendo en países de Europa y mucho del lenguaje de la extrema derecha también. Como siempre, la postura liberal y templada es la que pierde, como aquellos, pocos, que en la guerra civil buscaron soluciones imposibles, donde hay coz, no hay razón, que lo diga el admirable y admirado Chaves Nogales.

Una aproximación a estos lenguajes desmiente el punto de partida más repetido; nada de modernidad, nada de novedad. Los mismos perros, muy ancianos ya, con los mismos collares. Nada ha cambiado en el mensaje de Iglesias y en el de Le Pen, ambos son anacrónicos, polvorientos, olientes a naftalina. Usan, en muchos casos, las mismas palabras pero con significados muy distintos; por ejemplo, patria. Para la francesa la palabra remite a la mayor gloria de una Francia que en la Revolución prohibió por decreto las hablas regionales, una Francia vestida de Guardia Imperial. En el caso de Iglesias, según sus palabras, patria pierde el significado unitario para disolverse en una nación de naciones independientes y unidas vaya usted a saber por qué lazos. La primera exalta los valores de toda la vida y el segundo exalta los valores revolucionarios del comunismo ortodoxo.

La editorial Debate ha publicado un libro que recomiendo muy de veras para conocer y comprender mejor el pasado y el presente. Se trata de la obra magna de Richard Pypes, 'La Revolución rusa'. Posiblemente sea el mejor estudio de conjunto sobre las causas y los hechos que llevaron a Lenin al poder, a un poder tan o más autocrático que el de los zares. Aunque el autócrata se vista de paño burdo no deja de serlo. Las dictaduras se pueden cubrir de palabras sonoras y bellas pero son siempre máscaras de la muerte. ¡Ojalá nunca se repitan hechos semejantes en ninguno de los dos extremismos!

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