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VOLTAJE

Los toros y la minifalda

Ni siquiera Podemos tiene reparos en celebrar sus asambleas en una plaza de toros

Txema Martín

Martes, 14 de febrero 2017, 09:24

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El presidente de la Diputación de Málaga acaba de anunciar algo que se llevaba mascando en el ambiente desde hace tiempo, probablemente mecido en aquello tan inexacto y sibilino que se llama sentido común. La adecuación de la plaza de toros de La Malagueta para que tenga un uso cultural parece que tendrá pronto un carácter definitivo. El proyecto ya se conocía. Incluso ya hubo una intentona de mercadillo gourmet saldada con pitos y abucheos. Tras un par de avisos, la novedad recae en que el proyecto se solidifica mediante una dotación económica de cuatro millones de euros que servirán sobre todo para darle a la plaza un lavado de cara más que necesario, ya que pasearse por los interiores de la plaza supone realizar un pequeño viaje en el tiempo a una época bastante más tétrica que la nuestra, y sentarse en el tendido sin almohadilla cultural resulta una experiencia anacrónica porque fueron diseñadas cuando los españoles eran, o éramos, más bajitos y cuando las aficionadas todavía no gastaban minifalda.

La noticia, que debe ser tomada con cautela, parece acertada y oportuna por dos motivos. Primero, porque no parece de recibo que un edificio de estas características y con semejante situación tenga un uso tan limitadito. Cada vez hay menos corridas y parece que incluso menos afición, lo cual entronca con otro razonamiento que a muchos aficionados les puede resultar doloroso, porque es real: las corridas de toros tienen los años contados. No parece que en este Gobierno ni en el siguiente vayan a decir algo en claro, pero la presión de la Unión Europea es notable y va a ir a más.

De fondo, habría que ver lo que entendemos unos y otros por eso de 'uso cultural', que últimamente parece servir de comodín. Con todo y con eso, hemos de celebrar que los 'oles' no vengan sólo provocados por tal o cual muletazo, sino que también provengan de solos de guitarras, de quejíos o incluso de poemas, como aquel poeta, ya fallecido, que en todos sus recitales terminaba cada poema con un «y ya está».

Es de esperar que la ampliación de los usos de La Malagueta sea pronto una realidad; ya hemos visto de forma puntual cómo la plaza de toros se ha transformado en el escenario de grandes conciertos y festejos que no tienen nada que ver con el sacrificio. En otras plazas se celebran partidos de tenis, obras de teatro y congresos de diverso pelaje que se han resuelto sin polémicas ni remordimientos ante lo que muchos consideran 'lugares para la tortura y la muerte'. Hay tanta normalidad a este respecto que ni siquiera Podemos, cuya opinión sobre la tauromaquia parece reservada a la intimidad, tiene reparos en celebrar sus siempre míticas asambleas en un coso taurino en el que hemos podido ver más sangre que en una faena de José Tomás. Quizá lo de Vistalegre era en realidad por las minifaldas.

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