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LA TRIBUNA

Ciencia en España o el complejo de Metanira

Ningún país tiene futuro sin una política científica adecuada y hoy ya sabemos que ha bastado con unas migajas del presupuesto para que la producción científica española fermente

FEDERICO SORIGUER | FERNANDO ORELLANA. MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS | PRESIDENTE DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS

Martes, 14 de febrero 2017, 09:19

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En todos los estudios sociológicos los científicos (y los médicos) son de las profesiones más apreciadas, sin embargo la valoración que los ciudadanos y los propios científicos tienen de la capacidad de España para desarrollar una actividad científica competitiva es más bien pobre. Hay razones para ello mirando a la historia, pero hay también algunas sinrazones que poco contribuyen a que las cosas cambien. Pues las cosas siempre pueden y en muchas ocasiones deben ser de otra manera. En España siempre ha habido personas e instituciones capaces de mantener la llama sagrada del conocimiento científico, incluso en las épocas de mayor desventura. Sin salir de Málaga, una ciudad que con escasas instituciones científicas como, entre otras, el Instituto Oceanográfico, el Instituto de Investigaciones Agrarias o La Mayora y más adelante los grandes centros sanitarios y que tuvo que esperar a la segunda mitad del siglo XX para tener una Universidad. Pero en Málaga ya en el siglo XIX, un grupo de ciudadanos ilustrados crearían lo que luego sería la Academia Malagueña de Ciencias. Ya durante la democracia tampoco hubo mucha prisa por incrementar el presupuesto de ciencia. El primer gobierno de Felipe González lo incrementó discretamente y desde entonces el resto de los gobiernos han generado iniciativas (especialmente el primer gobierno de Zapatero) que, si bien muy modestamente, han generado un resurgimiento de la actividad científica en España, probablemente inesperado para quienes creyeron a fuerza de repetirlo, que España estaba condenada a ser permanentemente un desierto científico. Ha bastado solo fertilizar un poco el terreno para que la ciencia en España comience a ser visible en el repertorio internacional. Es lo que muestra la reciente publicación del FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) que puede ser consultada en Internet. En este informe se analiza la evolución de la producción científica española desde el año 2005 hasta el 2014, ambos incluidos. España ocupa el décimo lugar en el número de publicaciones científicas (ciertamente a distancia de los grandes), pero, sobre todo, ha aumentado de manera muy notable las colaboraciones internacionales, siendo un país muy atractivo como colaborador para otros muchos países, tanto lideres en investigación como emergentes. ¿Si esto es así con un presupuesto público de investigación muy por debajo de la media europea y con unas empresas que aun no se han incorporado a la cultura de I+D, qué podría ser si en algún momento se normalizaran los presupuestos de ciencia? Porque lo que le ocurre a los científicos españoles es que están hambrientos. Porque lo que está ocurriendo con el mundo científico español es que se ha desprendido de su escepticismo histórico. En un excelente trabajo muy reciente Fernando Baquero, microbiólogo del Hospital Ramón y Cajal, habla del síndrome o complejo de Metanira, esa figura mitológica que con sus propios gritos de miedo impidió que la diosa Demeter convirtiese a sus propios hijos en inmortales, un síndrome que podría ser aplicado muchos ciudadanos, científicos y políticos españoles que durante muchos años, con «nuestros miedos, nuestra insobornable insatisfacción, con nuestro deleite en la incapacidad y la reclamación constante, hemos dificultado más que contribuido al renacimiento de la ciencia en España». D. Santiago Ramón y Cajal, tenía muy claro que la ciencia y el conocimiento son universales y bien que trabajó para ello, pero no lo son los científicos que tienen que desarrollar su proyecto en alguna parte. Ningún país tiene futuro sin una política científica adecuada y hoy ya también sabemos que ha bastado con unas migajas del presupuesto para que la producción científica española fermente. Pero solo habíamos comenzado cuando los nubarrones comienzan a ceñirse sobre nosotros y de nuevo emerge el complejo de Metamira. El mismo estudio del FECYT, tan entusiasta, comprueba que, si bien la producción científica ha aumentado desde el 2004, a partir del 2009 y hasta el 2014, que son los años de la crisis, la producción científica ha disminuido paralelamente a la reducción brutal e injustificada del presupuesto de ciencia, un presupuesto que otros países han aumentado en el mismo periodo de tiempo y ¡qué casualidad! ahora son líderes no solo en producción de conocimiento sino también en innovación. La ciencia española, en los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI se ha asomado por fin al mundo. Sería suicida, literalmente, para el país tirar por la borda la (escasa) inversión realizada. La inversión en ciencia es una de las más rentables realizadas desde la democracia, no solo por la gran respuesta de la comunidad científica sino porque perseverar en el crecimiento científico es la única manera de que todo lo demás, las patentes, la tecnología, la innovación, los retornos económicos y tras ellos el empleo, por ejemplo, vengan por añadidura. Hay que aumentar el presupuesto de ciencia, hay que mejorar las estructuras de gestión del conocimiento y hay que conseguir mejores retornos de los recursos científicos de la UE. También las empresas tienen que asumir su responsabilidad. Andalucía tiene un gran reto pendiente. Cuantitativamente la actividad científica se concentra en Madrid y Barcelona. Andalucía tiene buenos grupos de investigación pero globalmente considerada solo produce entre el 11 y el 13 % de la producción científica nacional, consiguiendo por ejemplo (en términos absolutos) menos recursos de la UE que el País Vasco. ¿Por qué Andalucía no converge en actividad científica? No es una respuesta fácil pero las razones deben estar muy cerca de las que hacen que tampoco converjamos económica y culturalmente. Pero no quisiéramos caer al final de este artículo de nuevo en el desánimo de una Metanira a la andaluza. Hay que seguir, como si fuera posible y que el amanecer de la ciencia en España y en Andalucía, como dijeron desde Pasteur hasta Cajal para sus logros científicos, nos coja trabajando.

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