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VOLTAJE

Que te den concurso

Los indigentes del Astoria convierten el 'muro de la vergüenza' en un espacio de libre expresión

Txema Martín

Viernes, 3 de febrero 2017, 09:08

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El 'muro de la vergüenza' que el Ayuntamiento de Málaga decidió levantar en la entrada del cine Astoria para que no se refugiaran los mendigos sigue dándonos espectáculo. Estos días se está produciendo allí una situación muy tremenda: en cuanto los operarios pintan la pared, los indigentes vuelven a redactar un nuevo eslogan. Al cierre de esta edición, el muro dice que habría que aplaudir al alcalde en la cara. Los indigentes, precursores involuntarios de arte urbano, han convertido la pared en un espacio de libre expresión. Y son cada vez más imaginativos.

A mí que el Ayuntamiento haya tapiado la entrada en plena ola de frío me parece una salvajada. Como argumento moral se esgrimió que era «una forma de disuadir a las personas sin hogar a que duerman en la calle». También podrían haber repartido octavillas, o esperar unos días a que pasara el relente. Vale que hay albergues disponibles. Vale que el lugar se había convertido en un detritus, y que el olor a váter era insoportable, pero no parecen que sean estas las formas. En la acera de al lado aquella chorrada que se puso en el suelo 'para honrar a los artistas malagueños' da pena. En general el tema del Astoria lleva una pila de años enfangado en estupideces que están resultando muy caras. Este es otro de esos asuntos vitales en los que el alcalde ha cambiado tanto de postura como para interpretar entero el Kamasutra.

La historia reciente de la manzana de la discordia sigue su curso en una espiral de momentos productores de vergüenza. Uno de ellos es la grandiosa cuestión del concurso de ideas. En Málaga se hacen concursos de ideas para matar el tiempo. Por ejemplo, el estudio de José Seguí, pentacampeón de los certámenes de arquitectura, ganó el concurso de ideas del Guadalmedina en 2012 y el río sigue intacto, estancando el agua como si nada hubiera pasado. El alcalde siempre advierte de que ganar no implica que el proyecto elegido termine materializado pero, entonces, ¿para qué carajo se hacen los concursos?

Del Astoria ya no se sabe ni el uso que tendrá. En pleno brote de 'museistis municipalis', el uso de la manzana estaba destinado a equipamiento cultural. Luego se cambió a 'servicio de interés público comercial', es decir, a un mercadillo. Y en junio del año pasado nos dieron una frase para enmarcar por ser ejemplo de grouchomarxismo: «En las bases habrá una cláusula que indicará que las propuestas tendrán que atenerse a los usos contemplados, pero también apuntarán que podrán plantearse otro tipo de usos si tienen coherencia». Ahora comprobamos que el texto no hace ni una sola mención a su uso. En algunos aspectos, la sensación de que en La Casona nos toman por tontos nunca nos abandona. Después de 20 millones de euros el edificio sigue derrumbándose en sí mismo del mismo modo en que la lógica de las cosas terminó disuelta en esta ciudad.

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