Borrar
INTRUSO DEL NORTE

Sin llegar a cuajar

Estas nevadas nos han llevado a otros copos de la memoria

JESÚS NIETO JURADO

Lunes, 23 de enero 2017, 10:04

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Sin llegar a cuajar». «Sin llegar a cuajar» como frase y como principio de estos días que han sido blancos y moderadamente felices: sólo un poquito más arriba de nuestras cuatro esquinas cotidianas. «Sin llegar a cuajar» como un mantra que quería aislarnos de esa felicidad de ver La Aduana vestida de suiza.

Pero saliéndose unos metros de la ciudad, de su Hoya benefactora, sí que nevó. Lo fue contando este periódico, en un feliz despliegue de medios. Nevó de una parte a otra de esta provincia, pequeña, brava, variada e increíblemente bella de blanco, como bien quisiera Juan Ramón Jiménez de «la novia». Estos días de nieve nos han llevado invariablemente a las primeras memorias de los primeros copos, en otro año de nieves, y pasando el Alto de las Pedrizas. La felicidad que da una nube...

Porque la nieve que he pisado por Yunquera y El Burgo, a ras urbano, dejaba la belleza en variedad de blanco. Y el paisaje se presentaba con una blancura de pureza entre lo verde; como si la naturaleza, madre y madrastra, nos hubiera regalado ciertos momentos de paz y de gozo en las vísperas del fin de semana. O la nevada en el Tajo de Ronda, regalando una estampa que a pesar de ser conocida se deja desear unos pocos años. Un escenario de leyenda para otra novela de José Antonio Trujillo, hermano de páginas.

Y la nieve y la chiquillería, o la excusa de llevar a los niños al campo helado, con el coche, y el bocadillo y unas botas que se empapan menos que otras. O más tarde, cuando se ha dejado al pinsapo en su soledad, con su penacho de nieve, y el coche pone rumbo a la ciudad y sólo se escucha desde la radio un mundo apocalíptico con Trump y sus bravatas. Pero el día de nieve queda ahí, fijado en nuestra alma y cuajando una jornada de dicha en el recuerdo; acuñando para la eternidad otro 'año de la nevada', como el del 54, que fue en otra España y con menos sopa en el estómago.

Sin llegar a cuajar, es cierto, en la ciudad. Por la isla de calor u otras razones. Sin llegar a cuajar como justificación a los más pequeños de que la felicidad depende de la voluntad y de quien recibe, de la esperanza y del milagro que puede ser desafiar la normalidad.

La provincia, el interior, la leña de los pueblos han mandado un mensaje en FITUR y con la nieve: el alegre tesoro malagueño que hay cuando se abre la mirada al campo reverdecido en una mañana cualquiera de sábado y sol. Y en esa Málaga interior, bajo la nieve, con lo mejor del Ser Humano acogiendo al prójimo cuando en el parte nacional cuentan que la carretera está cortada y toda chimenea de la venta es un jardín para el arte de la conversación.

Sin llegar a cuajar sí cuajó, la nieve lenta y silente. Cuajó dos recurvas más arriba del Jardín de los Monos, de los muros del Seminario.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios