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LA ROTONDA

Hielo en el corazón

José Miguel Aguilar

Viernes, 13 de enero 2017, 09:22

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Las dantescas imágenes de los refugiados vagando sobre la nieve, comiendo en cuclillas sobre el hielo un plato caliente (seguramente el único de la jornada, posiblemente el único en varios días), recorriendo un mundo que ya no les pertenece porque nadie los quiere identificar con patria alguna, congelan definitivamente la esperanza de que dejemos una sociedad mejor a la generación siguiente. Una de las principales obligaciones que nos conciernen como seres humanos no la cumpliremos. Desistimos prematuramente superados por tantas injusticias.

Esas estampas, mitad en blanco y negro, mitad turbulentas para la razón, recuerdan a aquellas de mediados del siglo pasado cuando Europa no contuvo sus ansias de expansión y de barbarie con dos guerras que dejaron inerte el continente durante mucho tiempo. Pasan los lustros y se suceden batallas que siempre están reñidas con el sentido común. Nunca aprenderemos a sortear el horror. Lo que nos ha espantado en la frontera entre Serbia y Hungría o en la isla griega de Lesbos son los retratos de seres humanos que hielan el corazón y escarchan el sentimiento más humanitario. No es de recibo que ni una sola institución mundial, ni un solo organismo internacional, sepa cómo poner freno a una situación realmente lamentable, verdaderamente dolorosa.

En la semana en la que Estados Unidos está pendiente del cambio de presidente, con Obama gimoteando su adiós y con Trump irrumpiendo con exabruptos y con malos modos ante su inminente entrada en la Casa Blanca, la ola de frío que se expande por el viejo continente en este comienzo de año deja efigies humanas que parecen esculturas por la quietud de sus rostros y por el silencio de su mirada tan punzante por la herida que arrastra como perdida por el cansancio que exhala. Mejor no escudriñar en sus almas porque el vacío que puede llegar a supurar nos puede alcanzar como un témpano de incomprensión.

La falta de solidaridad que nos rodea engendra monstruos repletos de desafección cuando hasta hace bien poco eran personas llenas de cariño que soslayaban idénticas preocupaciones a las nuestras. Con temperaturas bajo cero parece que la emoción se entumece, pero la conmoción por esta dramática situación no entiende de destemplanzas. Pese a que en muchos lugares del mundo -incluida Málaga- miremos para otro lado e intentemos solucionar problemas banales en comparación a los descritos donde está en juego la propia existencia del ser humano.

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