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LA TRIBUNA

El aval económico de las infraestructuras

Málaga, que cuenta con el aval del rendimiento obtenido de las pasadas, necesita nuevas inversiones para aprovechar su dinamismo económico y superar los retos sociales existentes

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ CATEDRÁTICO DE HACIENDA PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

Martes, 10 de enero 2017, 07:46

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Numerosos analistas se afanan en formular argumentos económicos a favor de tales inversiones, pero aquellos se tornan superfluos cuando la naturaleza despliega su fuerza arrolladora, poniendo en evidencia las carencias y deficiencias de las infraestructuras. Es cierto que alcanzar la indemnidad total es una utopía, pero los daños ocasionados por los desastres naturales resultan bastante diferentes en función de la disponibilidad o no disponibilidad de dotaciones adecuadas de aquellas.

Dentro de las infraestructuras, las denominadas 'core' o económicas (sistemas de transporte, energía y comunicación) tienen una relevancia crucial como sustento de la actividad económica. No obstante, existe un sesgo contra los activos no tangibles, y no debe perderse de vista que hay inversiones, como las relativas al capital humano, que pueden ser iguales o más importantes para el crecimiento de la productividad que otras en activos físicos. Igualmente, cada vez se presta más atención a la noción de eficiencia de las inversiones, esto es, a la relación existente entre el coste de los proyectos realizados y la cobertura efectiva y la calidad de las infraestructuras.

Las inversiones en infraestructuras públicas generan diversas consecuencias económicas. A corto plazo, como ocurre con cualquier gasto, se originan efectos directos e inducidos sobre la producción y el empleo, medidos a través de los 'multiplicadores', que suelen ser muy apreciables en el caso que nos ocupa. Además, se constata la existencia de un efecto 'crowding-in', es decir, las inversiones públicas no solo no expulsan a las privadas, sino que las atraen. Por otro lado, a largo plazo, aquellas ejercen una influencia sobre el crecimiento económico, al actuar como recursos intermedios para el sector privado. Los estudios empíricos concluyen que se da una relación positiva entre el capital público y la producción privada, pero es muy importante el grado de eficiencia: moverse del último al primer cuartil de eficiencia en la inversión pública puede más que duplicar el impacto sobre el crecimiento.

A lo largo del período 1990-2015, la economía de la provincia de Málaga ha tenido un crecimiento medio anual del 2,6%, con un incremento acumulado de la población de derecho del 43%. La crisis reciente ha provocado que en 2015 aún no se hubiese recuperado el nivel máximo alcanzado en el año 2007, si bien la dimensión real de la actividad económica actual es casi el doble de la existente en el año 1990. En ese periodo de 25 años, las infraestructuras han tenido un notable protagonismo en el devenir de la economía provincial. Entre los años 1990 y 2012, la dotación de capital neto en infraestructuras públicas, medida en euros a precios constantes, se ha multiplicado por 2,8.

Málaga es una de las provincias españolas con mayores tasas de incremento del stock de capital y de crecimiento económico. Según las estimaciones llevadas a cabo por Analistas Económicos de Andalucía, el gasto en inversiones públicas en infraestructuras ha tenido una notoria repercusión en el impulso de la actividad y del empleo: cada euro de gasto ha generado un incremento de la producción efectiva de 1,75 euros, con una cifra agregada de casi 30.000 millones de euros y unos 212.000 empleos asociados. Adicionalmente, las inversiones en infraestructuras han tenido una muy significativa repercusión en el crecimiento económico, de tal manera que en torno a 1 punto del crecimiento medio del PIB en el período 1990-2015 sería imputable a dichas inversiones.

Por lo que se refiere al futuro económico, cabe señalar que está marcado por una serie de factores de entorno sobre los que no existe capacidad de influencia a escala local, regional o nacional, y por un amplio conjunto de retos en distintas vertientes en los que sí se puede incidir. Pese a los condicionantes externos, el destino económico no está escrito y, como testimonia la experiencia histórica de los distintos países, la situación de cada uno depende de la senda que se elija y de las opciones políticas, económicas e institucionales que se adopten. Como planteaba el economista sueco Gustav Cassel hace cerca de un siglo, pese a la moda de «considerar todo lo que ocurre en la vida económica como subordinado a curvas estadísticas y sujeto a las predicciones del análisis matemático, es bastante evidente que nuestro futuro no está determinado sino por nuestra inteligencia y voluntad». Estas últimas son, desde luego, ingredientes fundamentales para mejorar la dotación de infraestructuras. Junto con la calidad de las instituciones y la estabilidad macroeconómica, constituyen los pilares de la competitividad y de la prosperidad económica.

Adam Smith, padre de la Economía, considerado el paladín del liberalismo económico, al abordar los deberes del soberano, sostenía que la creación y el mantenimiento de las obras públicas que faciliten el comercio requerían efectuar gastos de diversa índole en los diferentes períodos de la sociedad, y que esto era algo tan evidente que no necesitaba demostración. En nuestra opinión, tampoco la requiere en demasía defender que Málaga, que cuenta con el aval del rendimiento obtenido de las pasadas, necesita nuevas inversiones para aprovechar su dinamismo económico y superar los retos sociales existentes. Desafortunadamente, la naturaleza también se encarga de recordarlo de una manera bastante amarga.

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