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MIRANDO AL MAR

ILUSIONES Y TICKET REGALO

JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 5 de enero 2017, 09:34

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Llegan un año más los Reyes Magos y resulta que hemos dejado para última hora los regalos que teníamos que hacer. El año pasado nos pasó lo mismo y no escarmentamos, porque una vez más nos pilló el tiempo, nos encontramos en la tesitura de ser regaladores auténticos y esperar a los límites para ver si es verdad que encontramos algo original que satisfaga los deseos de aquellas personas que queremos y a los que pretendemos satisfacer en estos días señalados.

Veo a mi familia revolucionada estos días, acudiendo a los centros comerciales y a las pequeñas tiendas escondidas para buscar un producto, ni muy barato, ni muy caro, solo decente y propio para la persona adecuada, pero eso, a pesar de la inmensa oferta comercial que nos invade, es cada día más difícil.

Los Reyes Magos vienen con el deseo de satisfacer ilusiones, algo que siempre se cumplió, en la medida de lo posible, con los niños. Hoy, con los cambios sustanciales que se han producido en nuestro mundo global, lo de los niños es una parte, porque los que esperan regalos son los adultos.

Solo horas antes de escribir este artículo, un grupo de madres concentradas ante una tienda de juguetes, con toda su ilusión, se quejaban de los gustos de sus hijos y sus sobrinos, algunos de los cuales habían solicitado el acceso a unas prácticas poco recomendables, como, por ejemplo, el poder recibir el regalo de unas cachimbas con sabores, que no es otra cosa que el principio de fumar de formas diferentes. Para algunas madres no deja de ser un principio de provocar otro vicios de sus hijos, pero parece que los nuevos tiempos proponen situaciones poco comprensibles.

Cuando llegan estos días en los que se esperan cabalgatas y reyes ficticios recorriendo las ciudades para lanzar mensajes de unidad y concordia, los protagonistas de la escenificación en cada pueblo demuestran que ellos han acumulado muchos elementos, más que nadie, y que son merecedores de todo. Hasta cambian los trajes tradicionales para asombro del personal.

Hay pocas cosas por inventar cuando llegan estos días, quizás porque todo responde a un mundo en el que nos hemos acostumbrados a la repetición, pero los sentimientos son difícilmente renovables, en todo caso alargados y prolongables, pero raramente originales.

Mi familia sigue deambulando por los centros comerciales intentando, un año más, buscar un elemento sorprendente que provoque una sonrisa en el receptor del regalo, como se ha hecho toda la vida: «mira, esto es lo que te he podido comprar y espero que te venga bien», y la respuesta siempre fue la de «no sabes bien lo que me gusta», aunque quizás se esperase otra cosa.

Bueno, pues hoy es otra cosa. Mientras mi familia se afana en conseguir aquel regalo original recorriendo la multitud de centros comerciales que hoy existen, pensar en como satisfacer a alguien sigue siendo tan complicado como siempre. Quizás es que nos hemos vuelto rebeldes ante tanta oferta como se nos hace diariamente en los medios de comunicación. Quizás es que ya es imposible superar la capacidad de asombro ante lo que en este mundo global nos proponen para ver si es que es verdad que llegamos a tanto. O es posible que ante tanta oferta se nos hayan desprendidos los elementos más simples de nuestra mentalidad primitiva. Sí, aquella que nos llevaba a conformarnos con el juguete más sencillo y gratificante.

Hoy, horas antes de que se cumpla la tradición de los Reyes Magos (no superada todavía por otras costumbres foráneas) nos mueve la tradición de la ilusión, aunque esta se hay convertido en recoger un regalo que esperábamos. Aún recuerdo aquellos tiempos en los que nos despertábamos a media noche para comprobar si es verdad que había algo sobre los zapatos. Ellos, los reyes verdaderos ya se preocupaban de que así fuese.

En estos tiempos mediáticos en los que los niños nos arreglan los ordenadores, hemos llegado al momento de cambiar los regalos, Aquí se impone el ticket regalo, ese que te da la sonriente dependienta de la tienda mientras te dice «ya sabe que puede cambiarlo cuando quieras», y ahí se perdió la magia. Mañana iré a cambiarlo y no hay más que hablar.

Me pregunto si la fórmula fuese válida para la gestión política y si los ticket regalos pudiéramos utilizarlos para devolver alguna gestión de nuestros gobernantes. En estos días en los que se elaboran presupuestos, se distribuyen cantidades y se especula con el futuro, no estaría mal que hubiese unos vales, unos tickes, con los que se pudiera actuar en los tiempos de rebaja para satisfacción del ciudadano. Es solo una idea de primeros de año. Deben ser los efluvios de estas fiestas.

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