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PATIO DE BUTACAS

VENDER LA FUERZA AL DIABLO

Francisco Griñán

Miércoles, 21 de diciembre 2016, 09:42

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Estamos a tiempo. Después de dos películas, la todavía caliente 'Rogue One' y la templada 'Star Wars: El despertar de la Fuerza', se ve el rumbo. Y, por muy galáctico que sea, conduce a la (estrella de la) muerte. Al entierro de una saga que ha sido rescatada con más intención de imperialismo comercial que de rebeldía artística. La franquicia ha sucumbido bajo la espada láser de los nuevos dueños de la galaxia, Disney, que ha impuesto la infantilización de un proyecto que, aparentemente pretende ser fiel a la fórmula de George Lucas, pero en realidad está traicionando todo su espíritu innovador y épico. Poco talento y exceso copista disfrazado de autohomenaje a la propia trilogía original. Puro artificio y trucos visuales que solo alimentan al frikismo que entiende su militancia como devoción al nuevo líder Darth Disney. Es lo que tiene vender la fuerza al diablo.

El cambio de coordenadas se puede resumir en la propia denominación. Aquí siempre hemos sido de 'La guerra de las galaxias' que, de pronto, ha dejado paso a 'Star Wars'. Y en ese salto al 'spacenglish' hay algo más que un cambio de nombre. Hay una pérdida absoluta de riesgo y un deseo consciente de agradar a todos los públicos que, en este caso, implica decepcionar a todos los públicos. Lo mejor de ir a ver 'Rogue One' es el ambiente de las proyecciones. Un frikismo compartido casi religioso que resulta cómplice y divertido, aunque al terminar la proyección esa comunión se quede en decepción. Mucha pólvora para un relato insulso y a ratos aburrido.

En toda esta innecesaria película, George Lucas se está quedando arrinconado cual viejo maestro Yoda en su planeta Dagobah. Me lo imagino (re)leyendo los contratos que ha firmado con el Emperador Mickey. Me haría un serial de noticias contando los detalles de esos papeles. Y seguro que comprobaríamos que Lucas no dice esta galaxia es mía porque tiene muchos millones que callar. Aunque no estaría mal que devolviese unas cuantas monedas y recuperara una opción creativa sobre su mundo. O, mejor, el control sobre el resultado. La generación 'Yo soy tu padre' que nos consideramos sus hijos le estaríamos muy agradecidos.

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