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GOLPE DE DADOS

Victoria pírrica en Alepo

Alfredo Taján

Jueves, 15 de diciembre 2016, 09:03

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L as agencias de noticias abordan estos días la conquista de la ciudad más importante de Siria, Alepo, por parte del ejército leal al presidente El Assad, apoyado por la aviación de Putin. En su huida el enemigo yihadista ha dejado un rastro, en dos días, de más de diez mil civiles abandonados a su suerte y masacrados sin piedad, en su mayoría mujeres y niños, cuyos cadáveres descompuestos, aseguran, aún permanecen sin enterrar en la carretera hacia el norte, repleta de áridos meandros y esqueletos; se está produciendo una estela de muerte gracias a la inútil diplomacia occidental que se ha enfrentado, envejecida y estéril, a su incompetencia; parece ser que en las últimas dos semanas han perecido diariamente más de quinientas personas, según el sangriento prorrateo que intenta hacer ACNUR para aliviar su ineficacia. Pero es que una vez dentro de Alepo el ejército sirio, ayudado por elementos civiles descontrolados, están aniquilando a la carta, a domicilio, viviéndose también escenas espeluznantes en las avenidas céntricas de la antigua y acogedora joya de los caravasares. De nuevo se fenece en directo en este Oriente Medio que en la grandeza es magno crisol de culturas y en los desastres desconoce ciénagas.

Es una broma de mal gusto que se venda la toma de Alepo por el ejército de Damasco como un triunfo de la democracia frente a la barbarie islámica. Y no porque el Estado Islámico no sea una expresión nítida de la bestialidad, sino porque parte esencial de la situación que hoy por hoy vive Siria es responsabilidad de la clase política que sostiene el 'régimen laico' de El Asad hijo, como sostuvo en su momento los crímenes de El Asad padre, dos dictadores que durante décadas han situado a esta nación en el disparadero, primero invadiendo el Líbano, luego bombardeando al León de Judá, más tarde sacándole los dientes a Turquía. Por ese motivo, el hijo, digno representante de su padre, es exactamente igual de delincuente que su progenitor y que sus enemigos y debería terminar juzgado por un Tribunal Internacional, si es que todavía se tienen agallas, visto lo visto, de juzgar a los criminales de guerra, sin pensar antes en comisiones o fideicomisos. No me extraña que Barack Obama denuncie que el régimen sirio «ha sobrepasado todos los límites, ha cruzado todas las líneas» permitidas en una contienda militar, pero menos me extraña que El Asad afirme que todo depende 'de Donald', no del pato, sino de Donald Trump, elegido, eso sí, por las urnas, un poco retocadas, dicen las malas lenguas, por "hackers" informáticos eslavos, qué cosas.

Mientras paseo en torno a nuestro flamante Palacio-Museo de la Aduana, pienso en la capacidad del hombre por poner en pie hitos que perpetúan civilizaciones, épocas y estéticas, pero también me tortura que la ciudad de Palmira haya caído otra vez en las garras de radicales islamistas. No en vano del lúcido Borges son estos versos: «En el Oriente se encendió esta guerra, cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra»: la tierra es el anfiteatro mientras nosotros somos los actores de la tragedia que se escenifica desde hace tantos siglos.

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