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ABOGANDO

TRES LUNES

NIELSON SÁNCHEZ-STEWART

Miércoles, 7 de diciembre 2016, 08:27

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SE ha vuelto a consumar el disparate. Esta semana tiene tres lunes: el de verdad, el miércoles y el viernes. Si la vuelta al trabajo produce stress, algo de lo que no estoy muy seguro, varios esforzados trabajadores sufrirán. Debo confesar que estoy a salvo porque soy más de la cuerda de un periodista radiofónico que se congratula y le da gracias a Dios porque ya es lunes. Pero somos una minoría aplastante, si es que aplastan las minorías.

La aprobación y publicación de la Constitución Española tuvieron que sortear el calendario. En aquella época, nos llamaron a las urnas en muchas oportunidades. En 1976, creo, para la Ley de Reforma Política. Al año siguiente, para elegir las Cortes Generales que se transformaron en constituyentes. Y en 1978 para aprobar la Constitución. Parece que no intervino el diputado de la camiseta. Porque elegimos a un rey y ¡vaya que lo hicimos bien! Si él no lo hizo fue porque no quiso ya que, según mis cálculos, tenía 23 añitos cumplidos y si se hubiera molestado como el 58,97 % de los votantes podría haber manifestado su opinión y ahora, regalado la camiseta. El 6 de diciembre se celebró el referéndum y el 27 fue sancionada por el rey, ése que no eligió nuestro hombre pero ya sabemos por qué. Debía haberse publicado en el BOE al día siguiente pero como era el de los Santos Inocentes se prefirió, para evitar el cachondeo, esperar hasta el 29. La Constitución del setenta y ocho es la primera que se aprobó en España previa consulta popular. Y ha habido constituciones. Por eso se pensó declarar fiesta nacional el aniversario del referéndum por Real Decreto 2964/1983, de 30 de noviembre, denominándolo precisamente «Día de la Constitución». Poca vista porque dos días después se celebra la Inmaculada Concepción y no era cosa de cambiar una tradición que data, creo, desde 1644, anteayer, como quien dice. En aquellos años se había dispuesto que fuera fiesta en todo el Imperio, desde Chile hasta las Filipinas. Advertido el problema ha habido unos tímidos intentos de unificar las dos fiestas o hacerlas consecutivas pero como también es tradición, no se llegó a ninguna acuerdo.

Como resultado de esta duplicidad, más que un puente, cuando sucede que el 6 es martes y el 8, jueves, la semana se transforma en un acueducto o en un puente binocular. El que puede, el autónomo, el jefe desaparecen y el desorden se generaliza. Desde 1983, este fenómeno se ha producido en varias ocasiones, además de ese año por lo que no se puede achacar el desaguisado a la imprevisión. Creo que sucedió en 1994 y también se habría repetido en 2000 si ese año no hubiese sido bisiesto, gracias al Papa Gregorio XIII que, como todos sabemos, excepcionó de los años terminados en 00 los que pueden dividirse entre 400. En el presente siglo, ya llevamos tres, el 2005, 2011 y 2016 en que la semana queda manga por hombro. Por suerte, no se repetirá hasta 2022 si no se llega a una solución antes. Una tan sencilla como trasladar todas las fiestas al principio o al fin de la semana, salvo, evidentemente, la Navidad, el Año Nuevo y hasta el 1 de mayo que son casi universales y no lo digo por la cuenta que me trae. Esto nos vendría de perlas en Marbella porque nos visitarían los siempre bienvenidos turistas. Pero como están las cosas será difícil que alguien se desplace. Parece que el destino en estos días es la villa y corte. Claro que, como decía el Guerra, hay gente pa'tó.

Siempre me ha llamado la atención que se modifique aquello que funciona bien y no se le meta mano a lo que no. A pesar de los cambios que ha experimentado nuestra sociedad, nadie se atreve a revisar en profundidad el régimen matrimonial con el que se casa el español inadvertido o que no osa imponer uno de separación de bienes. Tampoco, nadie propone revisar el sistema de asignaciones hereditarias forzosas en favor de los hijos y demás descendientes en épocas en que las familias, lamentablemente, no son lo que solían ser. Ni la comunidad romana que sigue exigiendo unanimidad para tomar decisiones de importancia. Ni, hablando de cosas menores, pero de trascendencia también, la hora que está desfasada del meridiano que nos corresponde.

Hay un consuelo: aplicar la teoría del vaso medio lleno cuando está medio vacío e imaginarse que la semana tiene tres viernes.

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