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LA TRIBUNA

Fidel Castro, actor, leyenda y mito

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS CUYAUBÉ / EXMINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES

Miércoles, 7 de diciembre 2016, 08:26

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Castro desembarcó con otros 81 expedicionarios del yate 'Gramma' cerca de la playa Las Coloradas para iniciar la revolución que le llevaría a gobernar Cuba y a convertirse en una figura indiscutible de la historia.

La personalidad de Fidel Castro desborda lo humano para superar la leyenda y transformarse en un mito de la izquierda revolucionaria internacional. Todo es exagerado en la vida de este 'hijo de gallego' que logró inspirar un ideal de cambio para Cuba, Latinoamérica y el mundo. Es verdad, nadie puede negarle su lugar en la historia de la humanidad, una larga lista de gestas y hazañas le acompañaron durante su vida sin mencionar por supuesto sus logros revolucionarios en Sierra Maestra y su llegada victoriosa a La Habana. Fidel quiso ser un actor de primer nivel en la historia mundial, de ahí que no debe extrañar su alegato en octubre de 1953 cuando proclama su famoso grito «la Historia me absolverá». La Historia le obsesionaba y de ahí su voluntad de dejar su huella en el trascurrir del tiempo. Con su fallecimiento se detiene su papel de actor directo, pero éste le entrega el relevo a la leyenda y al mito.

En relación con los logros de la revolución, serán los propios cubanos quienes serenamente le juzgarán. Como todo estadista estoy seguro de que siempre buscó y deseó lo mejor para su pueblo y que sería injusto ignorar los obstáculos y presiones que tuvo que sortear en su mandato. Su defensa de la dignidad y de la resistencia de Cuba y los cubanos no pueden dejar de ser reconocidos.

Fidel fue un gran patriota, pero siempre acompañó su profundo nacionalismo con su visión solidaria hacia los pueblos y naciones del mundo. Interpretó y captó con lucidez los cambios que se estaban produciendo a nivel internacional y aunque en un primer momento quiso mantener una relación equidistante con las dos superpotencias, los errores y sospechas norteamericanos le echaron en manos de la URSS.

Su contribución a la independencia y autonomía de los pueblos y naciones latinoamericanas es un activo que todo el continente sudamericano debe reconocerle. Hoy, las relaciones de EE UU con sus vecinos del sur pueden considerarse más equilibradas y libres gracias al ejemplo cubano. Se rompieron los miedos psicológicos de dependencia y hoy América del Sur puede mirar al vecino del norte de manera más directa y soberana. Castro entendió la globalización antes de que esta se convirtiese en una referencia obligada de los nuevos tiempos, fue actor fundamental en el triunfo de los movimientos de liberación nacional en África y el fin del apartheid le debe en gran parte su éxito gracias a su decisiva intervención en Angola. También su ideal de encontrar una tercera vía alejada de la bipolaridad debe considerarse una acertada estrategia, al ser inspirador y creador, del Movimiento de los No Alineados.

Con nuestro país, España, su vocación y voluntad de acercamiento estuvo siempre presente a lo largo de todas las etapas de su mandato presidencial. Todos los dirigentes españoles, de derecha o izquierda, entendieron la profunda necesidad de mantener una relación singular y privilegiada con Cuba, excepto el Gobierno del presidente Aznar.

Cuba, desde su independencia, ha vivido un trágico dilema en sus relaciones entre EE UU y España. Su independencia se logró gracias a la rebelión y la lucha del pueblo cubano que contó con el apoyo norteamericano. Pero la llegada de EE UU a la isla reabrió la necesidad de retomar la relación histórica con sus viejas raíces hispánicas. Fidel y Raúl Castro encarnan ese enlace histórico con nuestro país. Hoy de nuevo nos encontramos ante una encrucijada de nuestra historia común. Es por ello que apoyamos claramente la decisión del liderazgo cubano de apostar por la reconciliación con EE UU, proceso que ayudamos a poner en marcha en su momento para que finalmente esta realidad se hiciese posible.

España debe seguir impulsando la consolidación de los lazos entre Washington y La Habana. Es por ello que la presencia de su Majestad el Rey Juan Carlos I en los actos del último adiós a Fidel ha sido una decisión sumamente acertada. En estos momentos en los que todavía ignoramos cuál será la posición de la nueva administración Trump con Cuba es importante que España muestre su solidaridad y apoyo al liderazgo cubano que ha emprendido un camino de reformas y de integración plena en el orden internacional. La diplomacia española debe liderar el debate europeo y recuperar su capacidad de interlocutor privilegiado con La Habana.

Castro deseó y logró desempeñar un papel activo en el mundo. Las circunstancias geopolíticas no le ayudaron a desplegar todas sus capacidades y tuvo que sufrir más de 60 años un bloqueo y embargo por parte de EE UU, que se tradujo también en actitudes recelosas y críticas de países europeos y latinoamericanos. Hoy, Cuba y el propio Fidel deberían sentirse orgullosos de que en la última votación de la ONU sobre el bloqueo incluso la Administración norteamericana se abstuviera.

Fidel luchó y combatió contra el 'imperialismo norteamericano' varias décadas pero al final acertó y endosó, en sus últimos años de vida, la política y decisiones de su sucesor de alcanzar una normalización definitiva con EE UU. Hoy cuando se le despida definitivamente en Santiago de Cuba su hermano podrá continuar su camino para construir el mejor futuro posible para Cuba sin negar su legado, pero adaptándolo a los nuevos tiempos para satisfacer mejor las aspiraciones de millones de cubanos que han rendido homenaje toda esta semana al actor-protagonista de la historia, a la leyenda y al mito que siempre permanecerá en la historia de ese país: Fidel Castro.

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