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EL ALFÉIZAR

Alumbrado del alma

Rafael J. Pérez

Lunes, 5 de diciembre 2016, 11:28

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Mientras llovía en Málaga y su provincia los alumbrados navideños permanecían bien instalados en las alturas. Parecieran ajenos al dolor, angustia o nerviosismo de personas y animales víctimas del azote del agua. Lamentablemente ha fallecido una mujer. Muchas personas han visto seriamente dañado lo que tenían. Y el desconcierto nuevamente planeó sobre Málaga y diferentes localidades de la provincia.

Si esto hubiera ocurrido en otro país con infraestructuras débiles, escasas o directamente inexistentes otro gallo hubiese cantado: se hubiese desencadenado más sufrimiento. Si alguien hubiera alzado la voz para echar la culpa de todo lo ocurrido a Dios habría quien hubiese asentido. Sin embargo, ejemplos como el de Málaga delatan que si hay inversiones y progreso se le puede ganar el pulso a la naturaleza cuando ésta revele su lado más agresivo. No obstante, también se muestra dónde están las carencias y falta de previsión.

Algo que no ha ocurrido con el alumbrado malagueño: hubo previsión y todo salió bien. Incluso aguantó el golpe de agua. El alumbrado delata que gusta lo abundante, grandioso y potente. Es una pescadilla que pareciera morderse la cola: a más bonito más gente; a más gente más gasto; a más gasto mejor dulce Navidad. ¿Pero qué ocurriría si fuese a más sencillo más elegancia; a más elegancia más gente; a más gente mejor Navidad? La sencillez y la elegancia están íntimamente unidas y enseñan a vivir la Navidad. Resultan bellísimas algunas callejas de la capital y de nuestros pueblos que muestran iluminaciones contundentes, básicas y preciosas. Estos lugares relatan la vida de muchas personas. La de tantas gentes aisladas, desconocidas o discretas que iluminan la vida con discreción. La vida se descubre grande en la sencillez. ¡Menudo misterio! Si somos capaces de amar tal misterio nuestra propia vida cobrará una luz que iluminará nuestros hogares, ambientes y calles. Seguro que todo esto se comprende mejor si volvemos a nuestra propia niñez, que habrá sido más o menos dichosa, pero desde ahí se entienden mejor las cosas: las humanas y divinas. Para el cristiano Dios se ha hecho hombre entrando al mundo por las puertas de la sencillez gracias a una mujer. Y así es cómo nosotros estamos salvados en la medida en que el alumbrado del alma se mantiene intacto y sencillo como cuando éramos niños más allá del espectáculo gris de la abundancia o las inclemencias de la vida y el tiempo.

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