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ARTE EN MARBELLA

OJOS EN LA VENTANA

JOSÉ MANUEL SANJUÁN

Viernes, 2 de diciembre 2016, 08:36

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EL pasado 21 de octubre se estrenó en España el filme de suspense 'La chica del tren', dirigida por Tate Taylor y cuyo reparto encabeza Emily Blunt en el papel principal. No voy a darles mi opinión sobre la película: en primer lugar porque no la he visto, y en segundo porque su argumento y las críticas recibidas (a favor y en contra) pueden consultarse fácilmente en cualquier revista o página web de las muchas existentes sobre cinematografía. Pero sí quiero hablarles del cartel anunciador, que hasta las dos primeras semanas de noviembre ha permanecido colocado en las marquesinas de las paradas de autobús, donde llamó mi atención. Enmarcada por la ventana metálica del tren, que ocupa casi la mitad del espacio, surge el rostro de la protagonista, solitario foco luminoso en contraste con la variedad de grises que dominan la imagen; una atmósfera fría y desapacible (acrecentada por las gotas de lluvia) que influye, incluso, en la expresión de la joven, entre abstraída y temerosa, presagio de los acontecimientos que van a suceder en la casa que mira por la ventanilla, y que nosotros también vemos, reflejada en el cristal.

Si me he detenido en la descripción del cartel se debe a esas extrañas analogías que, como por ensalmo, confluyen en el mundo del arte. Mediante una forzosa abstracción, esa cara pálida, de ojos azules y mirada perdida me ha recordado a otro personaje, que aparece en un cuadro del pintor argentino Toto Zumpano titulado 'Otoño de pueblo blanco', fechado en 2015, localizado en una colección particular de Marbella y perteneciente a la serie que el artista denomina 'paisajes inventados'. Aunque, en verdad, no es uno, sino dos los personajes con aspecto vagamente humano que se asoman a un angosto ventanuco, abstraídos o temerosos ante el espectáculo fantástico del que son testigos: árboles rojos con tronco negro, cuerpos filiformes que ondean sin viento, un sol negro que amenaza un cielo amarillo, seres acuáticos con tres ojos que nos miran yertos, organismos transparentes que flotan ingrávidos o que nadan dejando una estela intermitente.; y casas, dos hileras hermanadas en diseño y contigüidad, vacías de calor y moradores (incluso el humo de dos chimeneas se ha petrificado), y donde esos dos únicos habitantes, o quizá supervivientes, observan atónitos, igual que la chica del tren, un destino del que no saben cómo escapar.

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