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LA CIUDAD INVISIBLE

LUCES AL AMANECER

ARTURO REQUE

Lunes, 21 de noviembre 2016, 09:48

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Tomo la curva de la A7 dirección Málaga con el sol asomando intensamente por el horizonte marítimo provocando una imagen idílica que se vuelve peligrosa por el encuentro con la insegura incorporación de los que salen de Marbella desde el centro. Son horas donde algunos aún nos estamos desperezando y los reflejos no están del todo activados por lo que hay que extremar la prudencia. Pero el trayecto solo acaba de empezar y las situaciones de riesgo son constantes, Río Real, El Hospital Comarcal, Los Monteros, El Rosario, etc. Y así hasta Fuengirola. Mientras, seguirán anunciando y pasando las promesas electorales basadas en complejos y bien calculados informes técnicos para realizar carriles de incorporación (aceleración) seguros.

Una vez pasado ese primer punto crítico de mi viaje y volver a la contemplación de la fuerza de la naturaleza con ese alba tan nuestro, paso a reflexionar sobre las luces que me vienen de frente por el doble carril opuesto a mi sentido de la marcha. Es una especie de tren de pasajeros sin final ocupando todo su ancho a una velocidad constante (lo de constante es un decir ya que son numerosos los puntos donde se producen reducciones de la velocidad o colapsos totales al menor percance en la calzada). Aun así también es una imagen atractiva de luces y colores, provocada en este caso por una de nuestras principales deficiencias: el transporte público. Tanto el servicio local como el interurbano hacen aguas en su funcionamiento desde hace décadas implicando una escasa incidencia en el uso ciudadano y provocando la total dependencia del vehículo privado particular (y sus bonitas largas filas de colores que me encuentro cada mañana). Es una evidencia que solucionar el problema de la movilidad no es prioritaria para nuestros dirigentes políticos ya que hay que vender coches y consumir gasolina (pese a los acuerdos internacionales medioambientales); además finalmente el personal llega a sus trabajos, ¿o no? El caso es que los que nos gobiernan no saben qué hacer y, para colmo, están hechos un lío. En estos días Civisur (Asociación Cívica del Sur de España) ha vuelto a retomar la iniciativa de llevar el Ave hasta Marbella (y posteriormente hasta Estepona) -cosa de disponer de 2.000 millones de euros y unos cuantos años de obras-, pero también se ha hablado en otras ocasiones de dar continuidad al cercanías que actualmente se queda en Fuengirola; en otras ocasiones se ha contemplado la posibilidad de liberar la autopista de peaje para sacar tráfico de la N-340. Lo que sí tienen todos claro es que la actual A7 no pude seguir así, con riesgo continuo para los miles de usuarios diarios, compartiendo este eje litoral con visitantes que desconocen nuestra normativa y se incorporan desde sus urbanizaciones a muy baja velocidad o despistados, autobuses articulados de gran longitud y tonelaje que deben realizar estacionamiento en paradas inverosímiles, camiones porta contenedores que vienen desde Algeciras y que en muchos casos circulan cual vehículo deportivo. Tal es así que los accidentes se producen "casi" a diario, las retenciones de tráfico son continuas y el estrés de los que nos vemos obligados a utilizar el coche es elevado. Podemos seguir cruzados de brazos y esperar a la tele transportación, pero para eso nos queda un rato.

El tono inicial del artículo pretendía llevarme a otro tipo de reflexión más centrada en las vidas de aquellos que me cruzo en el camino cada mañana, sus pensamientos, la radio que van escuchando, desde dónde vienen, quién le espera en su casa. pero eso lo dejo para otro amanecer.

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