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albas y ocasos

De la Isla del Tesoro a la Isla de Saint Thomas

maría teresa lezcano

Domingo, 13 de noviembre 2016, 11:03

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Tal día como hoy nacía Robert Louis Stevenson, con un Doctor Jekyll versus Mister Hyde disociativa y victorianamente trastornados en la novela gótica por venir, y moría Camille Pissarro, padre del impresionismo por su esplendor cromático sobre la vida rural francesa.

Robert L. Stevenson

13-11-1850

3-12-1894

El trece de noviembre de 1850, en el número ocho de Howard Place, en Edimburgo, Robert Louis Balfour Stevenson, con una Isla del Tesoro pigmentada en su narrativa nenonata y un Doctor Jekyll versus Mister Hyde disociativa y victorianamente trastornados en la novela gótica por venir. Stevenson, que había sido engendrado en el seno de una familia de presbiterianos de la Iglesia de Escocia, lactó, junto con el producto de las ubres autóctonas, el calvinismo pelirrojo y austero que su niñera le iba inoculando en truculentas historias vectoras de pesadillas tan empíricamente aterradoras como literariamente fructíferas en su futuro mapa aventurero : cuando apenas levantaba un palmo edimburgués del suelo, ya llevaban al pequeño Robert Louis a la iglesia, donde era atemorizado escuchando el modo en que Dios quería matar a Moisés por una fallida circuncisión filial, Moisés plagar a los egipcios de langostas no comestibles y de ranas enjutas, y los egipcios momificar ipso facto a los hititas; acongojado aprendiendo cómo una concubina era cortada en doce piezas que serían enviadas a sendas tribus de Israel; o directamente acojonado mediante la escenificación de la venganza de Dios con aves desmembradoras de siervos descreídos. Con tales premisas educativas, no es de extrañar que su primera ocupación favorita fuese el juego de la iglesia, durante el cual, desde un púlpito construido con mesas ligeras y sillas varias, el pequeño Stevenson mutaba en solemne pastor que practicaba el bautismo por aspersión con los gatos del vecindario, perdonaba los pecados de todos y cada uno de sus amigos imaginarios, y cantaba, a voz en grito y con lengua de trapo, el himnario congregacional de rigor. Afortunadamente, no tardó en ponerse a escribir.

Jacob Abraham Camille Pissarro

10-7-1830

13-11-1903

Cincuenta y tres años después del nacimiento edimburgués de Stevenson moría en París Camille Pissarro, padre del impresionismo por su esplendor cromático sobre la vida rural francesa, teórico de la anarquía que ayudaba económicamente a las familias de los encarcelados y exiliados, y partisano del arte por el arte en oposición a su concepto de tendencia social. Pissarro, nativo de la antillana isla de Saint Thomas, a la sazón posesión danesa, se marcha a estudiar arte a la capital francesa, donde coincide con Claude Monet y Paul Cézanne. Entre trazo amotinado contra la perspectiva euclidiana y pincelada primaria preponderante, Camille se llevó al atelier, a la cama y al altar, al parecer en este orden, a la criada de los Pissarro, Julie Vellay, hecho que escandalizó a la familia hasta el extremo de retirarle al heredero, primero mal amancebado y después mal casado, toda subvención monetaria. Como además las tropas prusianas estaban aburridas de solemnidad y pretendían entrenenerse invadiendo un poco Francia, Camille y Julie tuvieron que exiliarse a Londres, de donde regresaron un año más tarde para percatarse de que el atelier de Pissarro había sido saqueado, no se sabe si por algún prusiano amante del arte o por algún francés amante de lo ajeno, y que las mil quinientas pinturas que dejó Camille cuando se fue a Londres habían disminuido a apenas cuarenta; tampoco consta si las desecharon por falta de infraestructura chorizesca o por considerarlas cromáticamente indignas. Será su amigo Claude Monet quien le dejará el dinero para comprar una casa en el norteño departamento de Oise, lugar de encuentro de los mejores pinceles de la época, como los de Cézanne, Seurat y Gauguin, que moriría seis meses antes que Pissarro y que aún no había huido a las islas Marquesas en busca de inspiración y de nativas impúberes a las que desvirgar, y el de Van Gogh, a quien todavía le faltaban algunos años para, primero desorejarse con un vaso y después dispararse en el pecho con un revólver. Como dijo el propio Vincent, «en el arte es necesario jugarse hasta la piel».

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