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reflexiones al sur

Padres que deforman

javier imbroda

Lunes, 7 de noviembre 2016, 10:08

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No salgo aún de mi asombro. Padres que empujan a sus hijos a manifestarse contra las reválidas, unas pruebas más o menos discutibles, pero que no se resuelven en las calles. Padres, imagino del mismo estilo, que se declaran en huelga contra los deberes de sus hijos en casa, y los animan a no hacerlos desautorizando a los profesores. Niños/as desconcertados con la actitud de sus padres, profesores quedando su autoridad en evidencia ante sus alumnos, las autoridades educativas que inician en esta legislatura el deseado y fundamental pacto nacional de educación, asisten atónitas a este sinsentido, y un montón de ciudadanos entre los que me incluyo, preguntándose dónde y cuándo nació esta mentalidad de esos padres. El lío que deben tener esos hijos.

El deporte no es ajeno a esa mentalidad, digamos blanda. Valores como el esfuerzo y una mentalidad de superación, que deben ser pilares básicos en el deporte de formación, son sustituidos por eso de que «vamos a disfrutar», y si se pierde, «no pasa nada». Una especie de buenismo deportivo tóxico para emprender retos ilusionantes. Son los propios entrenadores con un entorno de padres acomodados en esa mentalidad, quienes fomentan esa deformación inconsciente. Las víctimas, sin saberlo ellos, los niños.

Hay que recuperar la cultura del esfuerzo, en las aulas y fuera de ellas. ¿Primamos ese esfuerzo con el consiguiente mérito alcanzado o lo echamos a la papelera de la mediocridad? La negación al esfuerzo y al mérito, es debilitar mentalmente a unos niños que cuando sean adultos podrán tener su excelsa formación técnica, pero serán frágiles a la hora de acometer y superar las dificultades que la vida inexorablemente va planteando.

Competir, ganar, también forma parte de la formación. La exigencia con el reconocimiento a ese esfuerzo debe imperar desde edades tempranas, y sacarlos de ese letargo sobre proteccionista que preside estos tiempos, y que algunos lo disfrazan con lo llamado conciliación familiar. Padres que ayudan a sus hijos a hacer los deberes desde Primaria, y que luego en Secundaria dejan de hacerlo por no tener esos conocimientos con los correspondientes suspensos. Una cosa es echar una mano puntual, y otra muy diferente hacérselo prácticamente todo. Padres que son auténticos suplicios para clubes, equipos y entrenadores porque sus hijos no juegan lo suficiente, o porque nunca son responsables del desacierto o error, son «los otros». No digamos los árbitros, otros damnificados de verdaderos espectáculos deplorables de padres en partidos de niños.

Mi fundación atiende a través del deporte a más de 60 niños/as en riesgo de exclusión social. Más que cuestiones económicas, los verdaderos problemas que detectamos, son educativos, falta de valores, de sanos referentes paternales. Pero no hay que estar en riesgo de exclusión social para comprobar esas carencias que tanto amenazan a los niños.

Educar no es nada fácil. Para los padres es el equilibrio entre la firmeza y el cariño, para los profesores y entrenadores, el equilibrio entre la máxima exigencia y el reconocimiento, y para los niños una mentalidad de superación permanente. Sin ese equilibrio deformamos, no educamos. Es lo que hacen estos insumisos padres.

Pinceladas

Talento. Ricardo Guillén y Germán Gabriel se han retirado esta temporada después de longevas y exitosas trayectorias profesionales. No eran jugadores físicos ni rápidos, pero supieron explotar al máximo todas sus cualidades técnicas y físicas. Eso que se llama tener talento. Si quieren entender qué es talento, pregunten por ellos.

Banquillo. Al terminar de ver el Barça-Madrid de baloncesto, pude comprobar, no solo el banquillo que estos grandes de siempre tienen, sino el montón de jugadores que tenía el Barça sin vestir por motivos de lesiones o de licencias. Parecía más un equipo de fútbol que de baloncesto. Recuerdo cuando entrenaba al Madrid, en Estambul previo entrenamiento a un partido de liga europea, tuve que hacer entrenar al delegado del equipo para llegar a diez. Eran otros tiempos, o tal vez los míos.

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