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HABLAR Y VIVIR

Insultos en la cámara

Antonio Garrido

Domingo, 6 de noviembre 2016, 09:53

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La memoria es frágil, muy frágil. Los usos del lenguaje deben contextualizarse para establecer las comparaciones oportunas y llegar a conclusiones plausibles. Situémonos en el edificio de la Carrera de San Jerónimo, el de las columnas y los leones que encierra mucha historia reciente de España. A poco que se sepa no ha sido un espacio tranquilo, ni mucho menos. Hasta se ha usado la fuerza para impedir que sus señorías desempeñen su labor representativa.

Con un énfasis excesivo se afirma que el hemiciclo es el templo de la palabra, de la confrontación dialéctica, del choque verbal, siempre dentro de las normas de educación y cortesía que se califica como parlamentaria. En estos días hemos asistido a hechos que sin la banalidad dominante se pueden considerar históricos en la vida democrática desde los años setenta porque es la primera vez que el partido más importante de la oposición se abstiene en la elección del presidente del ejecutivo.

Después de un largo periodo de gobierno en funciones se llegó a la tercera investidura, tras dos fracasos anteriores. El foco estaba puesto en el PSOE que había sufrido profundas convulsiones hasta destituir al Secretario General y nombrar una Gestora. ¿Qué lenguaje se ha usado en este proceso? Un lenguaje crispado y extremo: Golpe de estado, traición, desastre, ruina, quedar el partido como un solar, refundación y pucherazo por poner una urna detrás de una tela para celebrar una votación sin garantías.

La palabra tiene una larga y triste tradición. Dejando de lado el 'Golpe dado con un puchero' el diccionario centra sus definiciones en el fraude electoral al alterar el escrutinio de los votos y la estructura «dar el pucherazo» como 'Computar votos no emitidos en una elección'. El pucherazo fue norma en la Restauración para permitir el turno de los dos partidos. Las elecciones se cocinaban en el Ministerio del Interior y los caciques se encargaban de que los distritos votaran lo previsto.

La crispación del PSOE se remansó en el discurso del presidente de la Gestora que ha sido muy contenido y respetuoso en sus declaraciones; es decir, en el plano oficial. Frente a ello el que fue secretario general subió la tensión atacando sin piedad a la Gestora y dando un giro a la extrema izquierda afirmando que Podemos «no es populista» y que los dos partidos, una vez que él reconquiste el poder, deben ir «codo con codo». En las declaraciones se ha desvelado otra clave, la más que repetida «nación de naciones» o plurinacionalidad de España. Ha hecho fortuna la frase: «Desde mañana cojo mi coche y me voy a recorrer España"».

La decisión de abstenerse, como ya señalé, exigió la creación del discurso que predije en su momento: por el bien y necesidad de la nación. Es un argumento de calado y sobre el que ha girado el lenguaje. Si recurrimos a la historia del PSOE el que fue secretario general ha ocupado el papel de Largo Caballero y si la Gestora fuera una persona sería Indalecio Prieto.

El PP tenía que permanecer en perfil bajo y usar un lenguaje neutro una vez conseguida la abstención. El uso del lenguaje ha sido muy institucional y centrado en enumeración de elementos que considera inamovibles: unidad de la nación y reformas realizadas.

En el hemiciclo se escucharon palabras gruesas e insultos en la mejor tradición. Los discursos se repartieron de acuerdo con lo previsto: el PP ya está analizado, Ciudadanos en posición de centro absoluto y conciliador, el PSOE justificó su abstención y, como es coherente ante su electorado, Podemos y los independentistas fueron los que usaron un lenguaje más provocador, fueron los que más atacaron y los que recurrieron al insulto en sentido estricto.

El debate entre el presidente y el portavoz de Podemos fue interesante y tuvo momentos de humor tan necesarios en el debate. Contestar con ironía a una afirmación irónica y llena de maldad, como demandan las reglas de la retórica parlamentaria es eficaz recurso. El juego sobre las redes con Bárcenas al fondo quedó en esgrima verbal. Buen parlamentarismo que lanza el discurso a piruetas ingeniosas.

Un diputado de Ezquerra fue el protagonista cuando se lanzó en tromba, de manera abrupta, contra el PSOE. El orador tiene que elegir el tono y la forma. Esta intervención tan violenta que se inició así: «Candidato Rajoy, maese cuñado Rivera, Señora Susana Díaz Richelieu y Señor Felipe Gonzálexxx» fue rechazada por la inmensa mayoría del hemiciclo pero consiguió sus dos objetivos: aparecer en todos los medios y alagar a su parroquia catalana. Frases como que los fundadores del PSOE se revolvían en sus tumbas, el calificar de cacique a Susana Díaz, la repetición de la interrogativa, ¿no les da vergüenza.? Se usaron las palabras asco y rabia. Pese a su violencia en ese contexto al que me refería no pasó de ser una anécdota pintoresca.

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