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El autosorpasso

LORENZO SILVA

Martes, 1 de noviembre 2016, 10:18

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Ahora que volvemos a tener presidente del Gobierno, que tanto se ha hecho esperar, resulta que la noticia está en otra parte. No es que no tenga interés el hecho de que Rajoy haya logrado renovar su mandato en la Moncloa, ni que carezca de importancia la lista de ministros que durante este largo puente, convertido en acueducto, se está pergeñando en la libreta presidencial. El caso es que hay otro hecho, aparatoso e insólito, que acapara la atención porque, entre otras cosas, es el que va a dar la clave de lo que ese nuevo gobierno que dentro de unos días echará a andar podrá o no hacer.

El hecho en cuestión no es otro que el pasmoso proceso de autodestrucción al que parece haberse entregado el partido que hasta ahora ejercía como uno de los pilares del sistema, el único que alguna vez logró pasar de los doscientos diputados en la carrera de San Jerónimo y el que en buena medida llevó a cabo la transformación y la modernización del país durante los últimos treinta años. El deterioro al que se ha sometido a sí mismo el PSOE va más allá del dato numérico de haber quedado reducido a poco más de ochenta diputados, que tanto limita sus posibilidades de maniobra en términos de aritmética parlamentaria. Lo verdaderamente alarmante es que parece una formación en proceso de disgregación acelerada.

Al violento espectáculo del Comité Federal en el que se consumó la defenestración del secretario general (por el que alguno de quienes lo abatieron había apostado en su día para ganar tiempo, en tanto cristalizaban sus particulares opciones), se ha sumado la votación de investidura en la que se ha consumado, amén de la rendición sin contrapartidas al adversario natural, la fractura del propio grupo parlamentario socialista. Una votación que ha expuesto al PSOE al escarnio y la humillación de quienes han visto la oportunidad para arañarles votos y credibilidad por la izquierda, y que no ha suscitado por parte de su beneficiario, el Partido Popular, la compasión o al menos la delicadeza que habría merecido tan penoso sacrificio.

Para redondear el desastre, esa comparecencia televisiva de Pedro Sánchez, en horario de máxima audiencia, dando a entender que todo lo ocurrido es la consecuencia de una maniobra de oscuros poderes fácticos para doblegar al PSOE. Y el casi imparable proceso de desgajamiento del PSC, que entre dejarse arrastrar al precipicio al que va la formación nacional y una posible salvación más o menos airosa en clave catalana, se comprende que opte por lo segundo. La suma de todos esos factores es, ni más ni menos, que el tan cacareado sorpasso de Podemos, que Iglesias fue incapaz por dos veces de lograr en las urnas frente a Sánchez, se lo están sirviendo en bandeja los propios socialistas. Francamente, cuesta dar crédito.

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