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LA ROTONDA

Mejorar la salud mental

Ángel Escalera

Martes, 11 de octubre 2016, 10:00

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Las personas que tienen un padecimiento mental lo sufren por duplicado. A su enfermedad se une la incomprensión, el rechazo y la marginación de la sociedad. Lo primero se puede combatir con tratamiento farmacológico, terapias psiquiátricas, talleres y apoyo familiar. Lo segundo, mucho más profundo y penoso, sólo se superará con un cambio de la conducta social, de la mano de una mejor información de la población y de una lucha contra el estigma para que la gente entienda que los enfermos mentales merecen la comprensión y el respeto, que su dolencia no los convierte en parias sociales ni en personas que hay que dar de lado por su peligrosidad. Ese cambio de mentalidad se logrará a través de campañas de sensibilización y, sobre todo, conociendo la verdad del problema, como se dijo ayer con motivo de la celebración del Día Mundial de la Salud Mental. Hay individuos que mantienen una visión arcaica de los trastornos psíquicos. Los manicomios se cerraron hace tiempo con la llegada de la reforma psiquiátrica. La vergüenza que suponían salas como la 21 del Hospital Civil pasaron a la historia, pero queda mucha tela que cortar para conseguir una verdadera integración de las personas con una enfermedad mental. Aunque se ha avanzado mucho en las últimas décadas en la labor de informar a la sociedad sobre los pacientes psiquiátricos, aún hay un trayecto largo por recorrer.

En la batalla contra el estigma juegan un papel destacado las asociaciones de familiares, que son las que conocen mejor la situación y las que con frecuencia se encuentran solas y sin el apoyo necesario para hacer frente al cuidado de los pacientes. Otra cuestión que preocupa al colectivo que trabaja y atiende a los enfermos es la falta de recursos de la salud mental malagueña, que de nuevo está a la cola de la sanidad pública. La situación ha empeorado tras unos años en que se pusieron en marcha medidas que trajeron consigo más profesionales y recursos materiales. Sin embargo, los recortes aplicados por culpa de la crisis cortaron de raíz los avances habidos. Tienen toda la razón las asociaciones cuando demandan más ayudas institucionales. Las familias sienten que claman en el desierto y que no se les hace caso; se sienten impotentes ante unos problemas que no pueden resolver y que las sumen en un pozo del que no hay forma de salir. El bache se ha convertido en un socavón. Las listas de espera para las revisiones de los pacientes se han disparado, los dispositivos existentes son a todas luces insuficientes, los profesionales se ven desbordados y las familias no dan más de sí. La salud mental hay que mejorarla cuanto antes por el bien de todos.

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