Pedro
JOAQUÍN L. RAMÍREZ
Domingo, 2 de octubre 2016, 10:17
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JOAQUÍN L. RAMÍREZ
Domingo, 2 de octubre 2016, 10:17
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Pedro, Petro, es un nombre de varón que procede de la masculinización de la palabra griega 'petra', que significa roca, piedra. A la vista de sus cualidades y características, Jesucristo dijo a uno de sus más notables discípulos -Shimon Bar-: «tú eres Pedro (Cefas en arameo) y sobre esta roca edificaré mi Iglesia». Ello trajo, esta interpretación de las palabras de Jesús, la disidencia que dio lugar a la escisión de la Iglesia Ortodoxa, que rechaza que la Iglesia hubiera de construirse sobre un hombre en vez de sobre el propio Cristo, Hijo de Dios, y no considera a Pedro cabeza de la Iglesia.
Pedro, nacido Shimon, hijo de Jonás, hermano de Andrés -que también fue apóstol-, natural de Betsaida, de oficio pescador («te haré pescador de hombres», le dijo su Maestro en referencia a la fe), fue en el siglo I de nuestra era Obispo de Roma. Simón Pedro fue uno de los discípulos más cercanos a Jesús, junto a Juan y Santiago, y quizá el más valioso, el más humano y, de algún modo, el líder de los doce apóstoles. Y negó a Jesucristo tres veces, un hombre santo, heroico, de fuerza pétrea, pero lleno de debilidades humanas, lo que da más valor a todo lo que llegó a ser y pudo representar. Los símbolos atribuidos a San Pedro son las llaves del Reino de los Cielos, la barca, el gallo (por su negación cuya profecía le hizo Cristo: «antes de que cante el gallo me habrás negado tres veces») y un libro. Murió crucificado.
La historia, la tradición, la religión, nos enseñan como los hombres extraordinarios son y sienten como los demás, pero llegan a sobreponerse a su humana debilidad para dar paso a una trayectoria y un comportamiento fuera de lo normal, y por eso los celebramos.
Desde luego que las personas que comparten nombre no por ello son parecidos entre sí. Los nombres, todos, tienen un significado, incluso hay quien se atreve a sugerir que los llamados con un nombre determinado son también de una determinada manera y tienen unas virtudes y unas características concretas. Todo esto sólo es un entretenido divertimento sin mayor trascendencia. Pero sí es cierto que se nos bautiza o nombra por determinados motivos, en señal o recuerdo de nuestros padres, parientes u hombres o mujeres por algo señalado.
Estos son los días de Pedro Sánchez, nadie debe dudarlo. Es pronto para saber si se trata de uno de esos seres humanos extraordinarios -aunque hay quien así lo afirma-, pero lo que sí es seguro es que su cargo y su papel son de extraordinaria importancia, hasta aquí lo han sido, vamos. Desde aquellas primarias del Partido Socialista en las que salió elegido Secretario General, un moderado socialdemócrata frente a un Madina al que ataviaban los medios erróneamente con un aire algo más radical y al integrante de la corriente Izquierda Socialista, el profesor Fernández Tapia. Curiosamente, este centrista -Pedro Sánchez- ha venido demostrando serlo mucho menos, quizá confundido por el aparente éxito provisional de Podemos o, simplemente, por exceso de permeabilidad. A veces, muchas veces, en una organización, ante la elección de su máximo mandatario, el que viene defendiendo determinada escuela o doctrina frente a las que representan los otros candidatos, una vez gana, sufre un fenómeno curioso que le lleva a adoptar las tesis de los perdedores o buena parte de las mismas.
Es posible que se trate de ello o no, pero el intento de epatar con el populismo más o menos antisistema y la relativización de las líneas rojas con los independentistas, no son un síntoma de centro izquierda. Haber llevado a las alcaldías a los que trataron de equivocada y casi corrupta la Transición, Madrid, Barcelona, Cádiz, Zaragoza, Valencia, Badalona, etc. es la muestra de una repentina e impensable disipación de valores. Fue como negarse a sí mismo, a lo que parecía representar o incluso a lo llegó a comprometerse. Simón Pedro también flaqueó, pero luego fue cabeza de la Iglesia, piedra sobre la que edificarla, mártir y hombre santo. Pedro Sánchez también puede ganar sus llaves y otros atributos, la barca, el libro y el auténtico sentido de la política. Como ha dicho el diputado socialista José María Barreda: «primero España, después el PSOE y, a continuación, cada uno de nosotros». Son tiempos de aprenderlo, siempre lo son.
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