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ANDALUCÍA EN EL DIECISÉIS

Alerta en Doñana

Maria Dolores Tortosa

Domingo, 25 de septiembre 2016, 09:52

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Doñana siempre ha estado en peligro y siempre ha sobrevivido. A este paradójico silogismo se agarran quienes desde las administraciones tratan de contener la nueva oleada de críticas dentro y fuera de España sobre los agujeros en la protección y conservación del espacio natural con mayor biodiversidad y extensión de Europa: Cerca de 110.000 hectáreas repartidas por las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Un informe de la organización WWF alerta de amenazas ya conocidas, siendo la más preocupante la del agua porque las marismas, uno de sus ecosistemas más simbólicos, corren peligro de secarse.Ya lo han hecho algunas lagunas en superficie. La falta de agua no se debe solo a la sequía o al cambio climático, sino al mal uso o al abuso de las actividades económicas de las zonas lindantes a los parques nacional y natural.

La presencia de pozos ilegales llevan décadas denunciándose, así como el uso de pesticidas que van a dar a los acuíferos. El recuerdo del desastre de la mina de Aznalcóllar en 1998 causa pesadillas todavía a los ecologistas o defensores de este lugar donde no solo se cría el lince, el felino andaluz, sino otras decenas de especies animales y vegetales. Hay detectada la desaparición de varias de libélulas y caballitos. Sí, insectos minúsculos..., pero nadie es prescindible en la Madre Naturaleza.

El gas es la última de las amenazas. Las extracciones se conocen desde los ochenta, pero ahora se construye un depósito para almacenarlo bajo las entrañas del paraje de tan variados ecosistemas. ¡Ah!, y ese polo químico que queda un poco lejos, pero que realmente está al lado.

La denuncia de WWF no puede caer en saco roto y debe dársele credibilidad e importancia. No se trata de una organización ecologista más, sino de la que en los años cincuenta y sesenta comprara los primeros terrenos de Doñana para salvarlos de la especulación urbanística al calor de las primeras fiebres turísticas. Ahí está el feo ejemplo de Matalascañas. Gracias a WWF y a otros lunáticos románticos amantes de los pájaros podemos hoy los andaluces presumir de uno de los espacios naturales más bellos y valiosos del planeta.

La Junta de Andalucía y el Gobierno no se pueden quedar solo en lo mucho que se ha hecho para proteger Doñana en las tres últimas décadas, que es cierto. Tampoco en echarse la culpa una administración a la otra. El Gobierno ha actuado de forma tramposa para permitir la división del proyecto gasístico y así evitar un rechazo medioambiental, pero tampoco la Junta ha sido muy diligente en perseguir los pozos ilegales o acotar los campos frutales de las comarcas pese a su plan de ordenación de la corona norte aprobado hace bastantes años ya. Algún día habrá que abordar con crudeza la disyuntiva de fresas o Doñana si no se pone remedio antes, cuando podría ser compatible dentro de un límite.

El consejero de Medio Ambiente, José Fiscal, defiende su trabajo y subraya la ampliación de la zona protegida comprando fincas y el que su departamento siempre se ha opuesto a los proyectos de Gas Natural, pero ahí siguen las taladradoras, las hormigoneras, los tubos... la sequía de humedales... ¿Tanto poder tiene Gas Natural...?

Podemos e IU se han erigido en defensores de Doñana. Tampoco sirve de nada llenar de titulares y pancartas un parque si no hay unidad para que suene más fuerte la protesta y luzca más la medalla. Y sobre todo, como apuntaba este viernes Teresa Rodríguez, de nada sirven los esfuerzos si no se convence a los habitantes de los municipios del parque que deberían ser ellos los que se levanten contra los peligros de Doñana y exigir a las administraciones que pongan remedios antes de que la enfermedad se extienda de forma incurable.

No se mueve casi nadie allí porque el mayor perjuicio para Doñana es el prejuicio extendido durante años de que hay que hacer compatible la prosperidad económica de la zona con la conservación de la reserva de la Biosfera, espacio Patrimonio de la Humanidad y otros títulos. Como si hubiera que exprimir al máximo estos galones internacionales para réditos económicos, cuando la verdad no es así. Son cortapisas. Así deben ser. Quizás se trate de una amistad imposible sin más.

Lo de menos es que Doñana pierda los títulos. Lo que de verdad importa es que perdamos Doñana.

No lo veríamos, probablemente, pero sí las generaciones futuras. Un gesto como el de Heineken regalando 300.000 euros para recuperar lagunas es muy bonito. Le da marchamo ecologista a la cervecera y algo logrará a cambio. El prestigio también se paga. Pero la salvación de Doñana no está en gestos, y quizás tampoco e ir comprando más y mas terrenos emulando a los pioneros, como tampoco la del lince, su estrella principal, en costosos programas sin revisión.

La lupa hay que situarla en el entorno, en lo que está fuera de la alambrada, duela lo que duela. Se ha intentado muchas veces, con mucho dinero europeo, pero quizás envuelto con demasiado papel celofán y pocas agallas.

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