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MIRANDO AL MAR

Excalibur

JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 15 de septiembre 2016, 08:05

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Desde hace mucho tiempo no es ninguna noticia extraordinaria que cierre una librería, lamentablemente. Viene ya de largo que los negocios dedicados a vender libros van disminuyendo poco a poco hasta hacerse extraños en las ciudades. Incluso hay que buscarlos si se necesita algo especial. Dicen que es el signo de los tiempos, aunque hay que preguntarse qué tiempos son o serán esos que suponen eliminar centros de conocimiento.

Hace unos días, en Marbella, ciudad turística donde las haya y que concentra a una variopinta población, ha echado el cerrojo la librería Excalibur. Una menos en el panorama lector. Pero hay unas circunstancias especiales en este cierre: sus propietarios, Antonio y Rosa, dicen que ha llegado un momento en el que el carnet de identidad ha marcado su hora y que ya no les es posible el esfuerzo y la dedicación que han empleado siempre. Ni siquiera una referencia a que las ventas ya no son las de antes y que no están dispuestos a ejercer una jornada laboral pendientes de pocos clientes que se interesan por leer. No, es que el reloj inexorable que marca el tiempo de nuestras vidas ha llegado a poner un límite. Y hay quienes han cumplido una misión (a veces poco valorada), cuando quizás no tenían la necesidad económica de mantener el establecimiento.

En este mundo de sensaciones rápidas y de lecturas digitales (aunque sean las chorradas a las que les dedicamos varias horas diarias a través de los nuevos dispositivos técnicos) la desaparición de una librería es poco interesante para muchas personas, porque son mayoría los que no han acudido nunca a ellas y porque un libro sigue siendo un elemento extraño (me temo que cada vez más) para una sociedad en la que avanza a pasos agigantados el llamado frikismo y el mediocre espectáculo televisivo de quienes aspiran a resolver sus vidas con el `famoseo que les proponen. Sin pensar más allá del momento.

La Librería Excalibur abrió sus puertas hace veinticinco años en la calle Trinidad, justo al lado de la iglesia de la Encarnación y pegada a la muralla del castillo de la ciudad. En aquel tiempo, el cronista oficial de Marbella, el añorado Fernando Alcalá, resaltó en uno de sus escritos que era llamativo que en un local que siempre albergó un bar se abriera una librería. Era como darle la vuelta a las tendencias imperantes.

Tres años después fueron desmanteladas las construcciones pegadas a la muralla (con buen criterio) y la librería se ubicó en la avenida Puerta del Mar, lugar que ha ocupado hasta hace unos días en los que se ha colocado un cartel de 'se traspasa' para finiquitar la experiencia.

Para mantener una librería, sobre todo en determinados lugares, hay que tener ganas de hacer un trabajo vocacional, porque al margen de posibles beneficios, hay que estar introducidos en un mundo que exige conocimientos y una buena labor de venta.

Excalibur, además, nació con la intención de cubrir un hueco en el mundo editorial, el que se podría presentar facilitando ejemplares que buscaban el más allá, que proponían mundo diferentes y que planteaban una esperanza sobre otras dimensiones que nos sacaran de nuestra realidad cotidiana, además de tener en los escaparates los éxitos editoriales del momento. Además, crearon el Club Foro Siete, que, afortunadamente, continuará con sus conferencias, esperemos que por muchos años.

Todo tiene su tiempo, pero aquellos que todavía guardamos cierto sentimentalismo, e incluso romanticismo, no podemos obviar una desaparición que a algunos nos entristece. Antonio Hidalgo y Rosa Salas nunca se pudieron estar quietos. Lo demostraron en la radio, como pioneros que fueron en la primera emisora de Marbella, Radio Costa del Sol, que terminó siendo Radio Nacional de España: ella como locutora y él como técnico y locutor, logrando, entre otras cosas, recibir cientos de carta diarias en aquel mítico programa de 'discos dedicados' que tenía una fidelidad que hoy quisieran algunos. Ya lo dijo el torero poeta: 'es que hay gente pa to', sí, incluso para el trabajo constante y bien hecho. Que conste en la medida de lo posible en este cambiante mundo.

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