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FALSO 9

Amor y traición

José Antonio Garriga Vela

Viernes, 29 de julio 2016, 08:43

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No imagino a ningún empleado adelantar la vuelta al trabajo antes de acabar las vacaciones, ni besando el escudo de la empresa como si fuera una reliquia familiar. Tampoco es habitual firmar contratos temporales cobrando nóminas extraordinarias. Y lo más increíble consiste en ganarse la vida jugando a la pelota igual que cuando éramos niños. Estas cosas ocurren sólo en el fútbol. Quizá lo peor sea tener que trabajar los fines de semana, aunque a la mayoría de la gente no le importaría saltar al campo los sábados y domingos a cambio de un sueldo millonario. A pesar de todas estas ventajas, y según la última encuesta de Adecco, los niños prefieren ser policías de mayores antes que futbolistas. Me ha sorprendido esta postura infantil tan conservadora. Los menores no se la juegan. Las niñas eligen ser profesoras.

Observo las relaciones amorosas que algunos futbolistas mantienen con los clubes. Me gustan los jugadores que no se casan con nadie antes de tiempo, como el portugués André Gomes, que ha fichado por el Barcelona pero evitó besar el escudo como pedían a gritos los aficionados. Además su novia estaba delante y sabiamente prefirió no mezclar la faena con los sentimientos. El trabajo y el amor cuanto más separados mejor. Otros futbolistas muestran felicidad y besan el escudo nada más firmar el contrato, aunque todavía no haya existido ninguna relación conyugal. Este verano contemplaremos manifestaciones amorosas en más de un estadio. Besos y declaraciones de jugadores confesando que desde niños eran seguidores acérrimos del club por el que acaban de fichar. El amor dura tres años, a veces cinco, y en contadas ocasiones toda la vida. Luego pasa lo que pasa, surgen otras tentaciones y los besos cambian de escudo. Del amor al odio hay un puntapié.

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