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El arte de la oposición

JUAN CARLOS VILORIA

Lunes, 4 de julio 2016, 08:26

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Atravesamos tiempo de oposiciones. Un término que casualmente contiene las dos acepciones más utilizadas en el lenguaje cotidiano. Oposiciones como procedimiento de selección de personas que aspiran a ocupar un puesto de trabajo sometiéndose a una serie de exámenes y la acción de oponerse de un grupo político que no está en el poder. Acotando el terreno a la vida política, la oposición es, efectivamente, además de criticar al Gobierno, el examen al que se somete el aspirante a lo largo de la legislatura para demostrar su capacidad de ocupar el poder. Y, por lo visto en estos siete meses que estremecieron a España, el candidato que durante la anterior legislatura desempeñó ese papel, una vez tomado el testigo de su compañero Rubalcaba, ha cateado el examen. Es decir, no ha estudiado lo suficiente o no ha convencido al tribunal que califica para ser el presidente del Gobierno. Así que no se entiende muy bien que ahora su gran preocupación sea situarse otra vez en el hemiciclo como el principal partido de la oposición y abstenerse de cualquier gesto de cooperación con el partido ganador por temor a que otros (Podemos) le quiten el puesto. Eso significa que si el jefe del grupo parlamentario socialista durante la próxima legislatura es la misma persona que lo ha desempeñado la pasada no cambiará mucho su estrategia. No habrá comprendido, entonces, que el arte de hacer política incluye también el arte de hacer oposición. No hay un manual que obligue a hacer la oposición política siempre en clave de rechazar sistemáticamente cualquier iniciativa del Gobierno o del partido más votado. Desde mi punto de vista, Pedro Sánchez ha cometido un error de estilo desde que sustituyó a Rubalcaba como jefe del grupo parlamentario socialista. No entro en el meollo de sus propuestas, sino en el relato global de la oposición a Mariano Rajoy para intentar descabalgarle del Gobierno y ganarle en las urnas. Supongo que su secretario de organización y el portavoz Antonio Hernando han colaborado en el diseño. El desacierto, como se ha demostrado sucesivamente en dos citas con las urnas, nace del propósito original de pretender ganar el aprecio de los votantes, no por la bondad de las propuestas socialistas, sino por la descalificación de las populares. Eso denota una cierta falta de pulso político porque la oposición no requiere del mismo tono cuando un país está en velocidad crucero que cuando atraviesa graves dificultades económicas, sociales y de cohesión. PP y PSOE lo tienen ensayado en el País Vasco cuando la emergencia del terrorismo que se cebaba en sus filas aconsejó la cooperación. Pasará a los anales de la política cómo se puede ser oposición y poder al mismo tiempo. ¿Que los electores no les premiaron en las urnas? También es cierto. Pero era lo que había que hacer. En ocasiones, la razón de Estado no coincide con la razón electoral. Pero es sembrar para recoger más adelante.

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