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VOLTAJE

El fogonazo

Entre los indecisos hay un fascinante porcentaje de gente que decidirá su voto

Txema Martín

Martes, 21 de junio 2016, 09:42

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En España queremos demostrar que tenemos tanta costumbre por la democracia que estamos convirtiendo las elecciones en un acto rutinario, en un vicio caro al que se apunta todo el país por imposición. Se cumple una destacada profecía oída en una conversación nocturna y de regadío que se produjo durante el último recuento electoral: repetir las elecciones hasta que se produzca de facto una regeneración democrática detonada por el más puro aburrimiento.

El hecho de que para estas elecciones se hayan presentado los mismos líderes con idénticas intenciones aporta a la cita electoral un matiz azaroso, como si los políticos, al comprobar que no había manera de ponerse de acuerdo sin traicionarse, decidieran convocarnos a todos otra vez por si esta vez les toca. La última encuesta de este nuevo trance se publicó ayer e incide en la misma tendencia, una nueva polarización, aunque el pánico hacia una tercera convocatoria se ciñe sobre nosotros. Los únicos que se van a ver beneficiados son aquellos que han cambiado de estrategia. Alberto Garzón no sólo se ha aliado con Podemos porque IU está hasta arriba de deudas, sino para dar una salida útil a esos votos perdidos entre los que se encuentran más de cincuenta mil malagueños que se decidieron por ellos y que comprobaron, al final del aquella noche de diciembre, que sus votos valieron lo mismo que si los hubieran arrojado al mar.

Frente a todo esto hay una gente que se rebela, como ese amigo que lleva votando nulo desde los años ochenta, y otra a la que sencillamente no le apetece salir de casa los días festivos, aunque en nuestra vida diaria se puedan encontrar pocos planes más exuberantes para un domingo que ir a votar otra vez con la nariz tapada, que es como debe votar siempre la gente de bien. Para esta nueva convocatoria se han doblado las solicitudes del voto por correo respecto al año pasado. Lo han solicitado más de un millón y medio de almas españolas, y tanto el número como la forma invitan a pensar que sus votos serán tan decisivos como en Austria, donde el voto a distancia ha roto un empate y ha hecho presidente a un ecologista en lugar de un temible miembro de la ultraderecha moderna. En España también será determinante lo que elijan los indecisos, que son aproximadamente uno de cada tres electores y entre los que hay un fascinante porcentaje de gente que decidirá su voto en el último momento, encerrado a solas en la cabina de votación y se queden ahí a la espera de un impulso definitivo, como cuando has decidido que vas a volver a casa pero en algún lugar de tu mente se produce un fogonazo que te impulsa a quedarte un rato más y a pedirte la última, y entonces lo que viene después se convierte en historia. Pues en ese último fogonazo está el futuro de nuestro país.

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