Borrar
EL EXTRANJERO

Podríamos

Alberto Garzón, el malagueño de Logroño abducido por Podemos, ha puesto pie en pared ante tanto desplazamiento ideológico

Antonio Soler

Jueves, 9 de junio 2016, 09:56

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Eran transversales, luego universales, después de nada y de todo al mismo tiempo. Ahora son socialdemócratas. Una forma de asaltar los cielos por la izquierda, por abajo o por arriba, por delante o por detrás. O por un camino abierto, a fuerza de machete, por el centro. Por el centro de la jungla, por esa selva del voto que se hace más abigarrada y más densa a medida que el sendero hacia el 26-J se estrecha. Los viejos socialdemócratas llevan las manos manchadas de cal viva, son esos desaprensivos recolgados al eje de las puertas giratorias como niños siniestros, atiborrados de Fanta capitalista. Quizá es que esa corte corrupta que ganó las elecciones en 1982 y metió a España en la década y media siguiente en el estado del bienestar, en el apaciguamiento de un ejército golpista y en la enseñanza universal y gratuita, quizá es que esa corte, digo, no se enteró de que sus patronos eran Marx y Engels y que el rechazo a la propiedad privada que éstos preconizaban era uno de los pilares de la socialdemocracia.

Willy Brandt, Olf Palme y esa turba europea no eran socialdemócratas sino perros callejeros. La socialdemocracia es el tratado de manualidades que Lenin y su hijastro Stalin emplearon para construir el rompecabezas del gulag y la Lubianka. Alberto Garzón, el malagueño de Logroño abducido por Podemos, ha puesto pie en pared ante tanto desplazamiento ideológico. Él y sus compañeros han desempolvado la hoz y el martillo, las nueve décadas y media de honrosa y sangrienta historia del PCE para reivindicarse comunistas. Parece que no sabían en qué consistía eso de subirse a una montaña rusa. Este carricoche no tiene el eje fijo como una puerta giratoria, eso es verdad, pero el sentido de la orientación es relativo y ahora se está arriba y dentro de un minuto abajo, hoy apuntando al cielo y mañana al infierno. Una cosechadora loca de votos.

Dicen que lo que llevó a Garzón a la comunión con el partido de Iglesias fue un hondón financiero, un agujero que los dejaba más paralíticos que la ley D'Hont. Otros aseguran que es la vocación latifundista -desde el punto de vista parlamentario- de Alberto Garzón la que los ha conducido a ese pacto que todavía no sabemos si es absorción o hechizamiento. Cayo Lara lo dijo hace nada. Va a ir a votar con la nariz tapada. Después del falso pronunciamiento socialdemócrata de Iglesias tendrá, además, que comprarse una mascarilla. Una cosa es la transversalidad y otra el chachachá, pensará más de un viejo votante comunista que de pronto se ha quedado sin partido al que votar. La coalición no es una hidra con dos cabezas. La de Garzón no se ve. En una leva antropófaga, aceptó ir de quinto por Madrid. Visualmente quizás habría sido mejor ir de cabeza de ratón por Málaga, subrayar al menos de ese modo la distancia ideológica con ese partido tan intencionadamente ambiguo que en vez de Podemos tal vez debería llamarse Podríamos.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios