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La Petróleo me hizo un hombre

FRANCISCO APAOLAZA

Jueves, 9 de junio 2016, 09:58

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He leído que el Ayuntamiento de Cádiz ha entregado un premio a La Petróleo y La Salvaora, que son dos travestis de la ciudad. Bien, Kichi. Me acuerdo de cuando me mandaron una noche de verano a cubrir el certamen de 'drags' del Pópulo. Andaba yo en Cádiz en segundo de levanteras y me sorpredieron los niños en primera fila y las señoras mayores, y todo aquel aire inocente que tiene esa ciudad cuando a las familias enteras se les hace tarde en la calle. La Petróleo, bajita, rubia, vestida de 'années folles' con un traje marfil por la rodilla y un collar de perlas, llevaba prendida una voz áspera, una voz de haber atracado en mil puertos. La Salvaora, alta, esbelta como una torre mora, tenía los ojazos azules y una espalda de delantero, y llevaba un vestido de bata de cola encarnado. Le estalló la cremallera del talle. La Petróleo dijo que el concierto se llamaba «algo de 'drag queens'», pero que en realidad eran -lo pronunció como un grito de guerra- «¡Los maricones de Cádiz!». Enloquecimos.

Se movía entre la suavidad del Bolshoi y la determinación de un boxeador callejero en el muelle de Amsterdam. La Salvaora iba y venía con 'swing' coplero. Cantaron la de «Al Uruguay-guay yo me voy-voy» y una adaptación de 'La zarzamora': «En el café de Levante entre palmas y alegría, cantaba la maricona». Los niños se subían al escenario y ellas los tomaban en brazos. Al terminar, pasé al 'backstage' periodísticamente arrebatado. No recuerdo el mismo pulso cuando después entré en un despacho de Moncloa. Empujé una tela oscura del camerino al aire libre. «Pasa, chiquillo, ¡qué altura!», me dijo La Salvaora. Me miraban sentadas a una mesa en la que reposaban dos maletines de maquillaje, un cenicero, dos vasos de nocilla con tres dedos de whisky cada uno y dos tetas de silicona. Me sirvieron un DYC. Quería preguntarles por la lucha gay, la censura y toda la vaina, y entonces La Petróleo abrió fuego: «Nosotras somos las artistas porque cantamos con nuestra voz, no como las demás». Comprendí que se merecían una entrevista de estrellas y hablamos de la copla y del arte y de Concha Piquer. ¿Qué importaba el sexo o el travestismo de cada uno? Allí, con los rellenos de silicona encima de la mesa, comprendí lo que era ser reportero. De alguna manera, esa noche nací como periodista. La Petróleo me hizo un hombre.

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