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Esperando nada

Alberto Gómez

Miércoles, 8 de junio 2016, 09:31

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Al indigesto, por repetitivo, plato combinado de eslóganes y promesas huecas de la campaña electoral para las generales se suman los balances que los partidos políticos hacen del primer año de gestión municipal, un festín de golpes de pecho y dedos acusadores cuya utilidad parece cada vez más reducida a pasto para chascarrillos en Twitter. La narrativa de la que estos días tirarán alcaldes y líderes de la oposición, candidatos y cargos públicos en funciones parte de un razonamiento infantiloide basado en ensalzar lo propio y criticar lo ajeno, una trinchera para 'dummies' que explica que más del ochenta por ciento de los españoles considere «pésima» la situación política. El PP, que defiende hasta lo obsceno una supuesta recuperación económica que la mayoría social continúa sin notar, no obviaría la alarmante precarización del empleo, como hace ahora en sus análisis de las consecuencias de la reforma laboral, si estuviera en la oposición. Y el PSOE, si gobernara, presentaría los datos que ahora ataca como toda una conquista. Esa descarada capacidad para construir realidades paralelas, palpable en muchos ayuntamientos, merma más si cabe la credibilidad de ambas formaciones.

Ni siquiera la irrupción de Podemos y Ciudadanos ha logrado frenar el descrédito de la clase política. Lo que sí han conseguido sus fanáticos, quienes entienden el voto como un acto de veneración y contemplan a sus líderes como descafeinadas estrellas del rock en vez de como futuros gestores públicos, es producir un rechazo casi automático entre muchos indecisos que ahora se preguntan si no será mejor lo malo conocido que lo peor por descubrir. Lo único claro en medio de este caos preelectoral es que la abstención no será tal hasta que cierren los colegios electorales, que los nuevos y viejos partidos tienen aún la oportunidad de movilizar a cientos de miles de ciudadanos hastiados, «esperando nada», como cantaba Antonio Vega. Quizá una vuelta de tuerca al argumentario llevado a debates y mítines reduzca esa dolorosamente comprensible abstención, pero me temo que la campaña tampoco pasará esta vez por la asunción de errores y la adquisición de compromisos realistas, sino por la propagación del miedo, el ruido populista y el falso triunfalismo, sin obviar la correspondiente dosis de actualidad venezolana. Una lástima, porque mejor nos irá a todos cuanto antes acepten los partidos políticos que esta vez tampoco habrá mayoría absoluta, que el resultado, aunque distinto, será el mismo y tendrá forma de hexasílabo: «Póngase de acuerdo».

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