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EL SITIO DE MI RECREO

El barrio de (des)Gracia

José Antonio Trujillo

Sábado, 28 de mayo 2016, 10:24

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Barcelona es la hija adolescente de la nueva Cataluña. Sin rastro ni de Vicky, ni Cristina ni del mismísimo Woody Allen, la ciudad dibuja su nuevo contorno con las luces de las llamas. Su distrito de Gracia cada noche se convierte en una ciudad sin ley, sin orden, y sin democracia, donde rige la ley del más fuerte.

Según la investigación policial las calles de este barrio se mantienen en el caos gracias a la acción coordinada y planificada de tres tipos de grupos de la izquierda radical: anarquistas, comunistas antifascistas e independentistas revolucionarios.

Lejos de los rasgos que hacían diferente y bohemio a este distrito tan céntrico barcelonés, estos nuevos grupos totalitarios a través de la violencia imponen sus nuevas señas de identidad al margen de la democracia y sirven de avanzadilla para otros grupos de ideología semejante. En estos días muchos recuerdan la estética de los años de plomo de la 'kalebo roca' en el País Vasco. Su denominado 'terrorismo de baja intensidad' se adueñó de un territorio que se les sustrajo a los demócratas, en connivencia con los grupos de la izquierda 'aberzale' que les dieron cobijo político y facilitaron su asalto a los resortes de poder de la sociedad. Algo parecido está ocurriendo en Barcelona según los expertos, en un momento especialmente comprometido en lo político en Cataluña. En medio de un proceso de ruptura política con España, con participación en el gobierno de grupos políticos revolucionarios y anarquistas, tanto en las instituciones de la ciudad como en las de la comunidad autónoma se observa con estupor e inmensa preocupación que la democracia pueda ser tan fácilmente doblegada.

Los que entienden que estos hechos son sólo unas algaradas de unos jóvenes aburridos y cabreados porque ya no se les paga el alquiler de los locales que ocupaban ilícitamente como el 'Banc Expropiat', también seguirán creyendo que la Barcelona pastelosa de Woody Allen es la real.

La pasividad de las instituciones y algunos de sus representantes políticos en la ciudad alargan los días y las noches de la Barcelona revolucionaria con la que algunos sueñan y que muchos apoyan de una forma activa. El silencio estremecedor de una gran parte de la sociedad catalana frente a estos hechos infunde en muchas ocasiones más preocupación que la intensidad de los gritos de los anarquistas. Frente a las derivas totalitarias exigimos más democracia; frente al desorden, la ley; frente a la connivencia, la repulsa; frente a la dictadura de la fuerza, solicitamos la libertad de la dignidad; frente a la desgracia, la gracia de la justicia y la bondad.

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