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LA TRIBUNA

La UMA y la cocina de los 'rankings'

Cada entidad que se atreve a tal clasificación se basa en baremos diferentes que no siempre siguen criterios estrictamente científicos

JOSÉ ÁNGEL NARVÁEZ BUENO. RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

Viernes, 20 de mayo 2016, 09:40

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Clasificar a las universidades públicas españolas en los diversos rankings existentes parece una práctica necesaria. Dar una radiografía general del estado de calidad de los servicios que prestan, más allá de los estrictamente académicos, es una tarea imprescindible. Que sirva como guía aproximada del estado de nuestra educación superior, haciendo una escala de las mejores a las menos favorecidas es una buena pericia siempre que las metodologías y los baremos que se utilizan sean los más precisos y adecuados que marca la investigación científica.

Los rankings se extienden por el mundo. Van desde fundaciones (Everis, CyD, Universia, U-Ranking/Fundación BBVA, entre otras); al famoso Shanghai o Simago, que utilizan seis indicadores, entre los que destacan el número de exalumnos y profesores premios Nobel, en el primero, o producción científica en el segundo. El del CSIC español, que explora la situación de las academias en la web. En lo básico se utilizan criterios disímiles, aunque los bibliométricos, como aparecer en las revistas Science o Nature, es tal vez uno de los ejemplos más objetivos, porque valoran los artículos científicos publicados en revistas de reconocido prestigio académico. Se valora la exhibición de nuevos hallazgos científicos. Los otros baremos son menos objetivos, ya que no son bibliométricos, sino que los suministran las propias universidades. De difícil verificación. Se basan principalmente en sus infraestructuras, presupuesto, número de estudiantes matriculados o graduados, profesores doctores, cantidad de carreras y postgrados, entre otros ítems. Esto organiza una selva espesa de diferentes baremos, cuyos resultados no siempre son exactos. La metodología no es clara, ni precisa, ni valora en la misma medida unos rankings u otros.

Es evidente que, como hemos señalado en el párrafo anterior, la metodología entre unos y otros análisis difiere claramente. El método científico, por el que se rige la investigación académica superior, es claro y está desarrollado e instalado en el quehacer universitario mundial. La objetividad ponderada del usado por Shanghai deja poca opción a aquellas universidades donde la plantilla docente no posee a profesores galardonados con el Nobel o que estos hayan sido alumnos en sus aulas, sin olvidar el cúmulo de publicaciones en revistas indexadas, según las normas internacionales. Nuestros centros superiores están huérfanos y lastrados por el escaso apoyo que la investigación necesita desde los núcleos del poder. Todo, como es conocido, necesita dinero, además del talento y tiempo para desarrollar las investigaciones y transferirlas a través de los canales usuales. No es que nuestra calidad y excelencia sea escasa, pero es poca aún para el citado Shanghai. Las demás instituciones, a través de fundaciones y empresas privadas o públicas interesadas en difundir sus análisis, recurren a las mismas fuentes que ellos valoran, es decir los sujetos analizados les envían sus datos. Sin menoscabar la certeza de los mismos, es evidente que las diferencias entre uno y otro método pueden dar que pensar.

Clasificar a una universidad pública española no es tarea fácil, pero las cocinas donde se cuecen lo datos facilitan la tarea. Cada entidad que se atreve a tal clasificación se basa en baremos diferentes que no siempre siguen criterios estrictamente científicos. Se lo hemos dicho al que publica la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CyD), no parece justo calificar con un cero a una Universidad como es la UMA, si no fueron valorados los datos por no tenerlos a tiempo. Lo justo sería no aparecer en dicho ranking. Ser excluidos del mismo por falta de las reseñas correspondientes parece producto de una cocina con los fogones demasiado calientes. Por tanto, no es lo mismo un suspenso que un No Presentado, tal como ocurre con nuestros alumnos cuando no acuden a un examen final. Toda encuesta, se sabe, se puede inclinar hacia el fuego que más calienta.

Sería conveniente que las entidades que se dedican a elaborar estos perfiles de la Universidad pública española fueran consecuentes con la realidad en la que subsistimos. Descalificar a una Universidad porque no aportó a tiempo los datos solicitados no desvela la verdadera realidad de una institución que investiga, que ofrece decenas titulaciones, que oferta cursos de postgrado, que acoge a cientos de estudiantes extranjeros, que cumple con los objetivos de la movilidad estudiantil, que posee a miles de empleados de comprobada abnegación por el trabajo público, que forma a sus profesores en el Universidades punteras y los incorpora a la vida docente. Una Universidad, que, con apenas 50 años, se ha colocado en la vanguardia del traslado del conocimiento a la sociedad malagueña y andaluza, que forma parte de una red universitaria puntera en la búsqueda de la aplicación de las tecnologías y del traspaso al tejido empresarial de sus hallazgos, que se miden por los contratos de investigación, donde las UMA está encabezando el ranking de ese ítem en España. Que impulsa, en definitiva, el futuro desde un presente nada halagador. Que acoge a casi 40.000 estudiantes, que son la garantía de que estamos trabajando día a día para alcanzar las más alta metas que esta tierra nuestra necesita y merece.

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