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HABLAR Y VIVIR

ASTRACANADA

Antonio Garrido

Domingo, 8 de mayo 2016, 10:17

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La situación inédita en nuestra democracia de la repetición de elecciones abre interesantes posibilidades de análisis. Al no existir antecedentes los partidos tienen que reformular los mensajes y las estrategias. En un primer momento, como no podía ser de otra manera, todos se echan la culpa de no haber llegado a acuerdos. Esta afirmación, a poco que se compruebe con los hechos, se contradice. Hechos probados son el veto a priori del partido que más votos obtuvo, el afán personalista hasta llegar a la caricatura de dos candidatos y el afán de equidistancia de un partido que pretende ser bisagra, con todo, los números no salían.

Astracán es una ciudad rusa del Mar Caspio que da nombre a un subgénero teatral cómico que tuvo mucho éxito en el primer tercio del siglo XX. De Astracán, «astracanada». El autor más famoso que lo cultivó fue Muñoz Seca y la obra más conocida, una joya, es 'La venganza de don Mendo'. Se trata de un texto descabellado, paródico, con situaciones inverosímiles que pueden llegar al ridículo. No he visto que estos meses se hayan calificado de este modo pero le cuadra perfectamente.

Menos mal que los españoles estamos curados de espanto desde hace siglos, no desde hace cuarenta años, y sabemos perfectamente que las descalificaciones y hasta los insultos de estas semanas se convertirán en fintas, suavidades y requiebros, un cortejo preliminar a la feliz coyunda de dos, de tres, de cuatro, de los que hagan falta. Como en todas partes, nada especial. La política es la vida con todas sus miserias y algunas grandezas, pocas.

¿Qué discurso emplearán los partidos y los candidatos en un momento en el que cabe la posibilidad de que la alianza Podemos-IU podría quedar como segunda fuerza? En un momento el que el PSOE tiene tensiones internas y en el que parece que el PP debe reafirmar principios sin debilidad o concesión. En cuanto a Ciudadanos es complejo ser verosímil con un discurso a dos bandas, o a más de dos.

Para el analista, lo he escrito en otro momento, es un momento apasionante. ¿Cómo se puede hacer que el votante olvide episodios desagradables, situaciones ridículas? No cabe duda de que el votante está cansado y aburrido; de hecho, y ya lo recojan las encuestas, se anuncia que la abstención aumentará. Ha sido demasiado tiempo y una campaña reiterativa sin ofertas concretas, sin bajar a la arena de los problemas y sus posibles soluciones.

Una ventaja para el proceso democrático -personalmente no creo que la repetición de elecciones sea una tragedia, que todo fuera eso-, es el mayor conocimiento de las ofertas y, en consecuencia, más libertad y menos posibilidades de quedar seducido por los mensajes.

La palabra cambio se repetirá hasta la saciedad, de la misma manera que habrá llamamientos a resolver la situación de ruina e injusticia, de emergencia en la que nos encontramos. El frente de izquierdas radical, como ocurrió en la República, quizás empuje al PSOE a posturas más extremistas en detrimento de la centralidad. Ciudadanos como Jano tendrá que convencer desde su ser bifronte, después de un pacto que se da por terminado pero que está en la memoria. El PP insistirá en la recuperación conseguida, en la necesidad de mantenerla y en el peligro de grandes conmociones que presentará como funestas para el futuro.

Para ir acabando. Se habla de que la campaña debe ser barata. Los partidos declaran que hay que ahorrar y la palabra 'mailling' ocupa uno de los centros de uso y se emplea mal pero no importa; mientras peor usemos el idioma, mejor. Desde el principio de los noventa está admitido buzoneo y el verbo buzonear para significar un envío masivo de publicidad de todo tipo; en este caso, electoral.

Los tres poderes del Estado son legislativo, judicial y ejecutivo. Si se habla de ellos en general y no como nombre propio o como institución deben escribirse con minúscula; cosa distinta es cuando el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo entran en conflicto, ahí sí es con mayúscula. Este error es muy frecuente porque parece que hay que destacar lo que en el lenguaje medio no tiene porqué ser destacado. Es una tendencia a la grandilocuencia innecesaria.

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