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contraplano

Prensa rosa

Txema Martín

Lunes, 25 de abril 2016, 10:09

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Los periodistas que cubren el festival tienen dos tipos de acreditaciones. Una de color salmón para los medios importantes como éste, y otra de color rojo para la enorme nómina de blogs y webs que informan sobre el certamen. Cuando dirigen a la prensa cual selecto ganado a las galas del teatro Cervantes, la señorita que pone orden y mando simplifica y se dirige a nosotros como «prensa rosa», lo que nos otorga cierto halo de levedad inesperada que a mí, personalmente, me resulta irresistible. Del precipicio de distancia entre las acreditaciones rojas y rosas me di cuenta el sábado, que es el día en el que la sangre empieza a hervir a una temperatura distinta a la del resto de los días.

Por la noche se inauguró un novísimo reservorio para el turismo. El escándalo pirotécnico nos introdujo a la inauguración del hotel Room Mate Valeria. La coincidencia de esos fuegos artificiales con el Festival de Málaga invitaba a pensar en una fiesta de película, en todo un guateque. Lo mejor de las fiestas del festival es codearse con actores borrachos que deambulan como vaca sin cencerro, porque un actor alcoholizado es un actor sin personaje; un delirio, una paradoja. Si somos honestos, deberíamos señalar que en la fiesta del Valeria no había mucha gente relacionada con lo cinematográfico, pero sí con lo raro. No importa. Quién es capaz de poner pegas a ocho horas ininterrumpidas de barra libre. Sobre las impolutas instalaciones del hotel desfilaba algo que podría denominarse la crema malagueña, políticos entusiastas, camareros sin complejos y constructores de postín. Nos fuimos olvidando de nuestro guión vital y la fiesta se articulaba como una orquesta, un artificio dirigido por uno de los mejores relaciones públicas del mundo, Javier Boxó. A decir verdad uno ya no sabe distinguir entre una convocatoria del festival y su propia rutina. Como si la vida entera se hubiera convertido en una actividad paralela. Rosa o roja, qué más da.

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