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LA ROTONDA

Adiós jubiloso

José Miguel Aguilar

Viernes, 22 de abril 2016, 10:00

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Las despedidas no tienen por qué ser sinónimo de adiós; tampoco tienen por qué encerrar tristeza. Cuando alguien se va se pierde su compañía, pero queda su trabajo, el alma de su existencia. Un legado que permanece indeleble en el tiempo. Cuando un compañero se jubila se gana otra vida mejor, que cada vez es más larga, duradera y dichosa. Afortunadamente cada día nos morimos más tarde, así da tiempo a hacer las cosas aplazadas en su momento (es muy nuestro lo de dejar casi todo para mañana). Encima, ahora dejas de cumplir el horario que te esclaviza mucho antes, a una edad cada vez más temprana, así que esa tercera vía para recuperar el tiempo perdido se ensancha hasta límites insospechados, incluso puede durar más que el periodo dedicado al trabajo. Hoy en día, la jubilación no se produce por agotamiento, sino que se acoge al término exacto de su significado, por lo que es una retirada a tiempo, jubilosa.

Eso sirve para todos nosotros excepto para los políticos, que nunca saben decir hasta aquí hemos llegado. Parece que es una profesión pegada al cargo, ya que si se ostenta alguno no hay edad para su renuncia, aunque se peinen canas y sea ostensible su senectud. A nuestro alrededor tenemos muchos casos de veteranos de la política que siguen en el tajo y creen en su intuición tanto como en su sagacidad. La veteranía es una virtud, aunque en su grado máximo es hasta desaconsejable, por aquello de la pérdida de facultades. Como si para ellos el paso del tiempo permaneciera en barrica madurando como los buenos vinos. Aunque deben ignorar que si se pasan terminan picándose y convirtiéndose en vinagre.

Nadie duda de la capacidad laboral del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, aunque últimamente haga méritos con sus actuaciones y sus declaraciones para que se dude de que lleve a buen puerto una legislatura a la que aún le quedan tres años. A sus 73 primaveras, la flor de su existencia parece marchita, aunque él se empeñe en regarla con asiduidad. Hay otros ejemplos: Griñán fue presidente de la Junta hasta casi los 67 años; José Torres Hurtado acaba de dimitir como alcalde de Granada a sus 69 años o Teófila Martínez, que sigue al pie del cañón con 68. No podemos olvidarnos de Celia Villalobos (67 años), ejemplo de perdurabilidad. Debe sentirse eternamente joven porque incluso ya ha expresado su deseo de recuperar el primer puesto en las listas del PP al Congreso en las casi ya inevitables elecciones el 26-J. Ya lo dice el refrán: más moral que el Alcoyano.

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