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LA TRIBUNA

Palmyra y los interrogantes de la lucha contra Daesh

La operación reconquista de Palmyra estoy convencido, y coincido con otros analistas, es la 'victoria mediática' que necesitaba El Assad para consolidarse como interlocutor 'aliado'

FRANCISCO J. CARRILLO. DIPLOMÁTICO, VICEPRESIDENTE DE LA ACADEMIA EUROPEA

Jueves, 31 de marzo 2016, 09:38

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Pude ser consciente de que Palmyra era una ciudad aislada cuando tuve la oportunidad de visitarla, hace años, por carretera. Diría que más que una ciudad aislada, se trata de un 'oasis' semi urbanizado rodeado por amplias zonas desérticas. Y hete aquí que un día, columnas de yihadistas terroristas de Daesh se dirigen a ella a través de vías desérticas y, ¡casualidad!, ningún satélite detectó ese movimiento y, al parecer, tampoco fue identificado por los servicios de información sirios y rusos. Sin embargo, más de dos tercios de su población fue evacuada y los que no lo fueron porque no deseaban abandonar sus hogares sufrieron un inconmensurable calvario, tortura, asesinatos y muerte violenta como lo fue la del anciano director de Antigüedades, una vez ocupada la ciudad por el autodenominado Estado islámico. Parece evidente que las columnas yihadistas que se aproximaban de Palmyra habrían podido ser neutralizadas desde el aire, y muy probablemente también desde tierra y desde el mar. No fue así. Ocuparon la ciudad, cometieron todo tipo de vejaciones, ejecuciones y destrucciones de importantes vestigios del Patrimonio cultural de la Humanidad, así como tráfico ilegal de bienes culturales. El panorama no podía ser más desolador.

Hoy, todos los medios de comunicación han lanzado las campanas al vuelo porque Palmyra ha sido liberada por tropas del ejército gubernamental sirio, tras las barridas realizadas por la aviación rusa. Pienso que se ha tratado de una operación maquiavélica: dejar que los yuihadistas de Daesh entren en la 'ratonera' de Palmyra rodeada de desierto y, una vez allí, ir a la reconquista por tropas sirias, reconquista que hoy se presenta como una 'gran victoria' de régimen sirio de El Assad. Mientras que se permitió la larga marcha de las columnas de Daesh por el desierto hacia Palmyra, nadie movió un dedo. Y hubiera sido posible neutralizarlos en el camino, evitar las ulteriores vejaciones y crímenes que se cometieron y, además, preservar íntegro el patrimonio cultural de Palmyra inscrito en la Lista de la UNESCO.

Mientras que Daesh izaba su bandera negra sobre las columnas romanas, el ejército gubernamental sirio y la aviación rusa llevaban entre manos otras tareas: la de diezmar e ir destruyendo a la oposición democrática siria, que es antiyihadista y que tiene como objetivo un cambio de régimen y la marcha definitiva de El Asad. Los rusos han 'salvado' de momento a la dinastía de El Assad, consolidando su presencia en la región con la única base militar que tienen en Siria-Mediterráneo y todo ello en pleno retorno de la guerra fría. Con esta operación, habrá habido alguna sustanciosa contrapartida, como por ejemplo la intocable base rusa en Crimea y el desvío de la atención internacional en relación con la guerra de Ucrania. De la mano de los rusos, El Assad se ha convertido (de momento) en un principal comensal en la mesa de negociaciones. Parece como si hubiera habido un reparto de papeles en el Medio Oriente: tú, Rusia, te ocupas de Siria con El Asad y las milicias pro-iraníes del Hezbollah chií libanés contra todo lo que vaya contra El Assad: terrorismo yihadista y milicias de demócratas opositores al régimen; yo, Estados Unidos de América, me ocupo de Iraq pero con menor intensidad y desde el aire y con mis fuerzas especiales contra Daesh, hoy con el beneplácito de Irán chií y de los kurdos (lo que no es bien visto por el aliado de la OTAN, la Turquía de Erdogan). Complejo reparto de papeles en pleno retorno de la guerra fría. Mientras Arabia Saudí ha quedado, por ahora descolocada, sin renunciar por ello a la tentación hegemónica suní en la región. El trasfondo parece no haber cambiado: lucha por la hegemonía regional entre Irán y Arabia Saudí con la mirada puesta en una nueva partición de Iraq. Y sin perder de vista su participación en la solución para Siria, que podría conllevar otra partición. Y en el escenario también está presente Turquía que, con gran poderío militar, miembro de la OTAN, considera a los kurdos como 'terroristas' que, a su vez, luchan contra Daesh con gran eficacia. Y como telón de fondo, Israel en estado de alerta máxima y su no resuelta negociación con el Estado de Palestina.

La operación reconquista de Palmyra estoy convencido, y coincido con otros analistas, es la 'victoria mediática' que necesitaba El Assad y su ejército para consolidarse como interlocutor y 'aliado' de los que combaten a Daesh. Pero, previamente, había abierto las puertas de Palmyra a las columnas yihadistas del autodenominado Estado islámico que marcharon con toda impunidad y a la vista de todos los satélites de información por los caminos del desierto, en donde podrían haber sido totalmente neutralizadas. Pero el sufrimiento de Palmyra fue el alto precio maquiavélico, con diseño ruso y sirio, para hacer renacer (de momento) al régimen de El Asad. La otra historia 'de gran victoria' que se nos cuenta hoy es una pura contraverdad, rebosante de desinformación.

Mientras tanto, el pueblo sirio huye despavorido hasta las cerradas costas europeas o lucha en el terreno por una Siria democrática. Escenas de trágico surrealismo.

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