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LA ROTONDA

La Farola 2.0

Ignacio Lillo

Miércoles, 30 de marzo 2016, 11:08

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Quizá sea por descreimiento institucional y escepticismo malaguita, que aún me cuesta creer que sea verdad. Sin graves polémicas ni los habituales alborotos políticos oportunistas, se abre paso entre la maraña administrativa la idea de que el Puerto de Málaga, que es como decir la ciudad en sí, pueda ofrecer a medio plazo un emplazamiento para un hotel de cinco estrellas Gran Lujo, sobre un rascacielos de hasta 150 metros de altura en la misma puerta de entrada a la urbe desde el mar. Ya se ha cerrado el concurso y dos grupos con fondos de inversión internacionales se disputan los derechos para construir y explotar la torre, con el beneplácito de la Autoridad Portuaria y del Ayuntamiento, que han abierto una fructífera línea de colaboración tras años de desencuentros.

No lejos del Dique de Levante, donde se asentará el edificio, sigue mirando al mar nuestra Farola, que ya está más de adorno que otra cosa, pero que fue una obra clave para el desarrollo económico de la Málaga del siglo XIX. Su luz guiaba a buen puerto a los barcos de la potente industria exportadora de vino y pasas de la provincia, en un momento de expansión de la ciudad que devoró la filoxera y que tardó décadas en volver a repetirse. Aquella torrecita con nombre femenino, más farolillo que faro, fue un símbolo de su tiempo, aquel en el que la cantaora y la bravía bebía más que vivía, pues era más barato beber que vivir. Aquel puerto dio forma y función a muchas zonas del Centro Histórico; hizo crecer almacenes y pensiones de lecho caliente y malagueña salerosa en calles que aún se llaman Camas. Porque Málaga es puerto y puerto es Málaga, y así debe ser siempre.

Me gusta pensar en esta nueva torre del Morro como La Farola del siglo XXI, La Farola 2.0; la que guíe el camino de esta nueva urbe, un referente turístico de alto nivel del Mediterráneo; pero también un polo tecnológico y de negocios con baliza por derecho propio en el mapa europeo de las grandes. Con la antigua dársena del Marqués de Guadiaro mecida de grandes veleros y yates; con una copa de dulce guinda de la Casa de Guardia en la cubierta de popa al atardecer, brindando por lo que fue y por lo que es, pasado y futuro que se dan la mano sin perder su identidad cosmopolita e innovadora. Quizá sea por exceso de escepticismo malaguita, que aún me cuesta creer que sea verdad.

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