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LA PRÓXIMA HUELGA DE LIMASA

Manuel Castillo

Domingo, 13 de marzo 2016, 09:45

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El conflicto de Limasa se ha cerrado, una vez más, en falso. Ahora la duda es saber si la próxima huelga se celebrará antes de la Feria de Agosto o de las Navidades. Teniendo en cuenta que el actual convenio termina en abril de 2017, que expira también la actual concesión de Limasa III y que hay que decidir el próximo modelo de servicio de limpieza de la ciudad (municipalización, empresa mixta o privatización), no cabe duda de que este problema seguirá de actualidad en los próximos meses.

La huelga se desconvocó después de que los trabajadores lograsen casi todas sus reivindicaciones, pendientes de una resolución judicial, y de que un asunto tan vergonzante como el de los puestos hereditarios volviera a quedarse en el tintero. Lo que es evidente es que esta nueva demostración de fuerza de los trabajadores de Limasa ha enfadado, y mucho, a la ciudadanía, con unas consecuencias imprevisibles, sobre todo porque, paradójicamente, existe la percepción de que el alcalde volvió a ceder a pesar de contar con un amplio respaldo de la ciudadanía, indignada por la posición bravucona y desafiante de los empleados de la limpieza. Las redes sociales, a través de las cuales se han difundido imágenes y audios de trabajadores de Limasa absolutamente zafios, y el hartazgo vecinal han contribuido al enfrentamiento inédito de la ciudad con los empleados de la limpieza.

Una taxista, con la que tuve oportunidad de charlar esta semana, me transmitía su indignación y quizá resumía la forma de pensar de muchos malagueños. Ella, que trabaja 11 horas diarias al volante del taxi propiedad de su hijo, desde las cinco de la mañana a las cuatro de la tarde, se subía por las paredes por el asunto de los puestos hereditarios y por su idea de que los 'limaseros' no valoran en estos tiempos de crisis sus buenas condiciones laborales, con pluses, vacaciones y beneficios sociales incluidos. «No se dan cuenta de lo que sufrimos muchos con esta crisis», decía mientras soltaba algún improperio más.

Y es que lo que más ha enfadado a la ciudadanía es la sensación de desprecio y chantaje y el hecho de que la huelga se impusiera por asuntos como la cesta de navidad, el descanso los sábados y domingos o el disfrute de parte de vacaciones durante meses veraniegos. Es indudable y rotundo el agravio con otros trabajadores.

De la misma forma, el alcalde ha vuelto a ejercer un papel protagonista y presidencialista que, si bien ha podido fortalecer su imagen personal, no ha servido para nada. Es más, muchos habrían querido una posición de mayor firmeza.

Toca el momento de definir el modelo de servicio que necesita la ciudad, sin demagogias ni componendas partidistas, con planteamientos transparentes y salvaguardando los intereses económicos y, sobre todo, la dignidad de la ciudad y sus ciudadanos frente a chantajes como estos. De la Torre tiene una deuda con todos los que le respaldaron y le pidieron firmeza, tanto con la plantilla como con la parte privada, que ha ejercido un cómodo papel de espectador, sin desgaste alguno y con beneficios.

Los trabajadores de Limasa tienen toda la legitimidad del mundo para ejercer el derecho a la huelga y de luchar por sus intereses; pero la ciudad también la tiene para establecer límites y para no admitir el chantaje permanente como modelo de negociación y con impactos graves en la imagen y economía de la capital.

Reconozco mi desconfianza absoluta respecto a una solución de este conflicto. Me conformaría con una ciudad limpia, con una plantilla que se ganara el respeto y la admiración por su trabajo y con una gestión política firme y profesional. Y con una huelga de vez en cuando y no cada dos por tres.

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