Borrar
GOLPE DE DADOS

París-Austerlitz

Alfredo Taján

Jueves, 25 de febrero 2016, 08:22

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

No voy a dedicar mi artículo, como ustedes quizá esperan, a los tortuosos movimientos que realizó el ejército napoleónico desde París a la actual República Checa para vencer, bajo un río de sangre, a la coalición ruso-prusiana, en el campo de Austerlitz, allá por 1805, ni tampoco me referiré en exclusiva a la más famosa Gare (estación) de trenes del mundo, la Estación parisina de Austerlitz, nudo gordiano desde donde parten todos los trenes hacia todos los sitios, punto de encuentros y desencuentros de todo tipo. 'París-Austerlitz' es el título de la novela póstuma del escritor Rafael Chirbes, fallecido el año pasado, un relato que me ha dejado estupefacto, primero, porque no parece salido de su pluma coronada, ni en la invención ni en la trama, sino que resulta heredero de autores tan dispares como Jean Genet o Severo Sarduy, nunca asociados al desaparecido literato. Siendo Chirbes un autor realista, recordemos 'Crematorio', la novela 'París-Austerlitz' hace una Historia de la historia ya que cuenta sin tapujos la angustiosa historia de amor y sexo duro que mantiene un joven pintor madrileño de clase acomodada con un obrero especializado, de cincuenta años y origen normando, pero que reside y trabaja en París, se describe una 'liason' revestida con tintes dramáticos, se detalla una escatología íntima, una traición calculada, con el telón de la mala suerte que les persigue incansable, se alza el lento declinar de la pasión, las infranqueables diferencias sociales, el desprecio y al final, la muerte.

Traigo a colación esta novela, que leí de un tirón el pasado fin de semana en un tren que me llevó de Málaga a Sevilla, y viceversa, porque resultan paradójicos los lances del destino; y es que el símbolo último, y único, de 'París-Austerlitz', a la que acompaña un espléndido y abigarrado ensayo titulado 'El mal francés', son precisamente los raíles que nos transportan muchas veces a lugares insospechados y nos enlazan sin esperarlo con geografías, personas y situaciones que jamás hubiésemos imaginado. Escribe Chirbes: «las vías del tren eran el río que nos unía, eran nuestro río, el que nos llevaba de ti a mí, esas solidas bandas de acero nos arrojaban de estación a estación, como aquella canción de David Bowie, en un bucle interminable de Madrid/Chamartin a París-Austerlizt.»; los registros utilizados, de alta cultura, son aligerados por una prosa de seda, pero nada amanerada, que te hace imposible abandonar la página. Y al fondo, París, impasible animal de hielo, con sus edificios de rugosa piedra gris, con sus jardines con parterres simétricos, con su luz seca, filosa, gélida, con sus parisinos carentes sentido del humor, pero París al fin y al cabo, la capital del mundo, no en vano decía Víctor Hugo que mirar al fondo de París produce vértigo, y tenía toda la razón. Voy a más: no sólo ocurre en el fondo, también en la superficie, las ciudades son plataformas donde los seres humanos convivimos con mayor o menor fortuna, lívidas sombras que se acoplan para luego separarse.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios