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LA NUBE DOBLE

LA VIDA DE KANYE

Juan Francisco Gutiérrez

Lunes, 22 de febrero 2016, 10:21

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Quedarse sin abuela es doloroso; no tener abuela, en sentido figurado, resulta algo menos triste pero sí preocupante. Con mucha retranca, la versión online del periódico 'The New York Times' ha dedicado un delicioso reportaje multimedia al rapero estadounidense Kanye West y a sus avenates megalómanos. No en balde el exitoso 'hip-hip-hurra' rapero se considera «el mayor artista de este tiempo». Acostumbra a compararse, en su vida virtual, con grandes personajes de la Humanidad, desde el propio Dios a Leonardo da Vinci, desde Steve Jobs a Walt Disney. Y ahora hasta con Lola Flores: ha reconocido que tiene una deuda de 53 millones de dólares y ha pedido ayuda para así poder «traer más bonitas ideas a este mundo». Sus fans ya han comenzado la cuestación, y el figura, haciendo gala de su inmodestia innata, ha lanzado un socorro directo al creador de Facebook, Mark Zuckerbeg, al que no le ha gustado que se lo dijera por Twitter. Para colmo una cadena de comida rápida ha sido tan veloz que ya le ha ofrecido con guasa un puesto de trabajo al cantante, productor y además marido de Kim Kardashian, famosa empresaria y celebridad de la que sabemos casi todo menos el porqué diantres es famosa.

La cuestión, ya digo, es que el 'New York Times' ha aprovechado el runrún y el lanzamiento del nuevo disco de West ('The life of Pablo') para ofrecer en su web una ¿oportuna? comparativa cronológica con la vida de otro genio, al que el prenda también se equipara: Pablo Ruiz Picasso. El reportaje repasa los logros de sus vidas ¿paralelas?: sus hitos, sus giros artísticos, así como sus influencias en el mercado, en el arte, en la moda. Una pieza periodística que es un currado ejemplo de cómo navegar entre dos aguas: las de la cultura a secas y las de la cultura de masas. Y un guiño, quizá casual, a Umberto Eco, ese verdadero Da Vinci contemporáneo de las letras, quien dijo que el periodismo en nuestros días tiene que hacer crítica de la realidad cotidiana, vale, pero también de las realidades virtuales. Incluidas, imagino, las de quienes no tienen abuela.

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