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SIN IR MÁS LEJOS

El bastón de los alcaldes

José Vicente Astorga

Domingo, 14 de febrero 2016, 10:26

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Ahora pasa unos días en Silos. Es la desconexión favorita de quien rompe con el mundo de vez en cuando para entenderlo mejor, incluso ese que está a años luz y ahora le ofrece el regalo de las ondas gravitacionales como antes el bosón de Higgs. Federico es un hombre de leyes apasionado por la ciencia. El oráculo de la ley municipal nunca fue de estrella. El mayor en saber y gobierno en los plenos se ganó mes a mes el respeto de todos durante 33 años en los que siempre fue más fácil gobernar con Federico Romero al lado. Ha ejercido en la tramoya con discreción franciscana, pero la semana pasada, bajo los focos y las mazas, tuvo que levantar acta de su emoción en el salón que ha sido su salón de estar fuera de su casa. Acumuló más aciertos que errores junto a cuatro alcaldes y una alcaldesa, años dedicados a la ciudad en primera línea y no siempre bajo el ecosistema previsible de las mayorías absolutas. El clima nuevo de la transición tuvo tormentas imperfectas. Las ciudades marcaban la ruta de los cambios, y Málaga era entonces la capital por hacer de un Ayuntamiento sin dinero. La tarea fue ingente e incluía también traer una Universidad. Ahí estaba él, que pergeñó parte de la sintaxis de sus estatutos y con los años incrementaría el alumnado con sus hijos y hasta se uniría al claustro. La Orquesta Filarmónica, el Cervantes, las sociedades municipales, los convenios...todo el orden del día de una ciudad le cabía en la cabeza, desde la prosa de una ordenanza a la emoción impagable como secretario melómano del tribunal que examinaba a los cellistas eslavos que opositaban a la OFM. Quienes le conocen saben de su condición incansable, la forma inevitable de alimentar ese espíritu curioso que duda, tan inquieto de mente como en su juventud lo fue de piernas. A punto estuvo de seguir en el ring, pero le dio miedo perder la aerodinámica de su nariz. No estaba entonces por alterar su identidad adolescente ni perder el preciado soporte de sus gafas de miope para ser un peso pesado en el derecho administrativo. Como hay personas que viven en un país, Romero tiene la doble nacionalidad de español feo, católico y sentimental y la de experto jurista. La guerra que le arrebató cuando tenía siete meses a su padre -piloto y mecánico de vuelo- , le puso en velocidad acelerada de opositor para llegar a ser el secretario municipal más joven de España. En 1973 empezaría un tiempo intenso para él en Málaga. Un franquismo que moría y un régimen local que había que poner en hora con la historia. Cinco alcaldes se han sentado a la izquierda de este padre de ocho hijos que sabe lo que es dirigir una casa con tamaño casi de distrito. Como tutor de alcaldes su misión fue la de árbitro de la ley en la lucha política de unos y otros por mejorar la ciudad. Otro boxeo podía prescindir de él, pero no ese, ni su familia, ni el derecho administrativo ni esa nómina de los imprescindibles que se casan con la ley y su ciudad para toda la vida.

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