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LA ROTONDA

A medio camino

Héctor Barbotta

Jueves, 11 de febrero 2016, 09:59

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UN profesor de Economía aconsejaba hace años a sus alumnos: «Si estás haciendo una transacción compleja y no la entiendes, pide que te la expliquen de nuevo. Si a la segunda tampoco la entiendes, pide que te la expliquen otra vez. Si a la tercera no lo has entendido, es que te están engañando».

Últimamente, los acontecimientos que escapan a la comprensión se suceden con tal velocidad uno detrás de otro que muchas veces se siente la tentación de preguntarse si el hecho mismo de que vengan uno detrás de otro no tienen el efecto, quién sabe si buscado o no, de que el personal abdique de intentar comprender por qué suceden las cosas.

En esta vorágine de los últimos días, en los que queda en evidencia que la corrupción no es una sucesión de casos sino un gran caso con muchas caras, ha pasado casi de puntillas la decisión del tribunal que juzgó el 'caso Malaya' de que los condenados que no paguen las multas que les fueron impuestas en la sentencia puedan compensarlas con el cumplimiento de dos meses de arresto. La norma establece que el tribunal puede ordenar hasta seis meses de prisión adicional para esos supuestos, y si se tiene en cuenta que en la condena de 'Malaya' se fijaron algunas de las multas más altas de la historia penal española -con un total de 550 millones de euros y algunos condenados que están obligados a pagar cantidades estratosféricas- la decisión del tribunal resulta imposible de entender.

Durante años la ciudad de Marbella estuvo batallando para conseguir que el dinero esquilmado volviera de alguna manera a sus vecinos. Después de que la sentencia fijara multas, que debe cobrar el Estado, pero no indemnizaciones en beneficio de la ciudad, la batalla siguió hasta que una enmienda a los Presupuestos Generales del Estado dispuso que el importe de las multas que se cobraran revirtieran en Marbella.

Ahora ya se sabe que todo aquello fue para nada. Que los condenados a los que no se les haya conseguido inmovilizar bienes y tengan patrimonio a buen recaudo lo dejarán escondido a la espera de que el tiempo pase hasta que llegue el momento del disfrute.

Han transcurrido diez años desde que la 'operación Malaya' hizo saltar por los aires el sistema de corrupción que se había montado en la ciudad y puso las cosas en el sendero de la justicia. Hoy, con el proceso ya finalizado, es inevitable tener la sensación de que el camino ha quedado a medio recorrer. Y resulta difícil de entender. Aunque lo expliquen tres veces.

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