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Renzi como síntoma

JOSÉ M. DE AREILZA. cátedra jean monnet-esade

Lunes, 8 de febrero 2016, 09:47

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Desde hace unos meses Matteo Renzi, el jefe de Gobierno italiano, no pierde ocasión de contradecir a Angela Merkel y de criticar la burocracia de Bruselas. El político florentino aspira a liderar una nueva corriente europea que introduzca más flexibilidad en las cuentas públicas y deje atrás las exigencias de austeridad de estos años. Hasta hace unos días, su Gobierno bloqueaba la ayuda comunitaria a Turquía para atender a los refugiados, con el argumento de que las contribuciones a atender esta crisis humanitaria no deberían contabilizarse como parte del déficit público. Renzi al final ha levantado este veto, pero sigue adelante en su campaña a favor de otra política europea, con un ojo puesto en España en caso de que Pedro Sánchez presida el nuevo Gobierno y se pueda convertir en aliado.

Italia ha sido uno de los países que más se ha beneficiado de la integración europea desde la fundación de las Comunidades hace 65 años. Pero los sucesivos Ejecutivos de Roma han defendido sus intereses con eficacia táctica y sin hacer ruido, aceptando la preminencia del tándem franco-alemán y siguiendo su estela. En Bruselas o en Fráncfort uno encuentra expertos italianos que brillan de forma individual, pero hasta ahora nadie ha podido detectar que este país mediterráneo despliegue una estrategia europea.

El ímpetu reformista de Renzi, un florentino con prisa, le ha llevado a abordar algunos cambios en su país: ha conseguido restar poder al Senado italiano y mejorar el sistema electoral para aportar estabilidad a los Gobiernos. También ha cambiado la normativa laboral para hacerla más flexible. Su nuevo reto es cuestionar las exigencias europeas de cuadrar las cuentas públicas, para ayudar a su crecimiento cero. Sin embargo, los intentos de sacar la cabeza de Renzi, que convive con un 132% de deuda pública, hay que entenderlos como un síntoma de la pérdida de capital político de Angela Merkel y la multiplicación de crisis europeas. Cuando la política italiana se convierte en el referente de la integración, algo serio ocurre con el proceso. La canciller alemana ha perdido pie con la crisis de refugiados y su decisión de acoger con generosidad a muchos de ellos, algo en cualquier caso previsto por sus leyes. Francia ya no es socio de referencia: François Hollande intenta resistir los embates del Frente Nacional y no está para golpes radicales de timón en la UE, que podrían hacer el juego a los populistas. Los británicos se han embarcado en un referéndum de permanencia o salida en junio de muy incierto resultado y los nacionalistas triunfan en cada vez más países europeos. España sigue siendo el Estado miembro que más crece y más reformas ha hecho. Pero sin un pacto para formar Gobierno entre sensibilidades moderadas no será posible ejercer influencia en una UE desconcertada.

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