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LA ROTONDA

La conciencia

José Miguel Aguilar

Viernes, 5 de febrero 2016, 10:03

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Encoge el alma y nubla la vista la imagen de la playa con niños revolcados por la miseria humana y cuya quietud sobre las piedras resulta insoportable. El testimonio del fotógrafo Ozan Kose, que captó la muerte en las costas turcas, es desgarrador al desvelar no tener vida desde entonces. El fatídico momento en el que se topó con la cruda realidad de los refugiados le perseguirá para siempre como una sombra en penumbra. La lectura de su relato de los hechos produce escalofríos, ya que nos presenta el dilema de no discernir entre profesionalidad y humanidad, qué hacer cuando no se puede hacer ya nada.

El reportero gráfico de la agencia AFP también narra su perplejidad ante la naturalidad con la que asumimos la catástrofe de todo un pueblo abocado al abismo del olvido. Miramos con ojos de Occidente -comodidad y bienestar aderezados de egoísmo- lo que deberíamos ver con rebeldía atroz. En qué nos estamos convirtiendo que hasta admitimos con indiferencia el dolor de los demás, en este caso los sirios («al principio, realmente no siento nada, para ser honesto», espeta). La consternación de una minoría no encuentra eco en esta sociedad que adormece nuestros sentimientos. Es inadmisible un lustro de terror en una guerra sin sentido, como todas por otra parte. Pero esos bebés envueltos en el silencio de la incomprensión son una pesadilla.

Escribe Kose que se pregunta constantemente por su reacción si hubiera sido su hijo, y no encuentra respuesta. Porque no la hay. Porque hay cosas inimaginables aunque las veas a través de lentes que proyectan la realidad a la velocidad de la luz. No se trata de volcarse con unos u otros en el conflicto sirio, porque son todos perdedores -malditas guerras-, y varias generaciones sentirán vacío su futuro. Pero la mayor oleada de inmigración desde la Segunda Guerra Mundial no puede permanecer en el limbo de la diplomacia. Somos muchos los que en casos así asumimos como propio el fracaso de sentirnos europeos. En vez de avanzar hacia una sociedad más solidaria y combativa contra las injusticias, retrocedemos en la ignominia de dejar pasar el tiempo por la desidia de unos y de otros en cumbres negociadoras, como la que se está celebrando en Ginebra, que parecen más un diálogo de sordos que una reunión con afán constructivo.

Está bien que en España se avance en la formación de un nuevo Gobierno; en Málaga necesitaríamos saber si en los terrenos de Repsol se va a construir un gran parque o dos rascacielos o las dos cosas a la vez, o si algún día llegaremos al PTA en tranvía. Pero también deberíamos plantearnos otras cuestiones que se dirimen en ese mar Mediterráneo que nos calma y refresca en verano y nos escandaliza en invierno. Se llama conciencia.

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