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VOLTAJE

El Museo de los Escombros

Hay gente que visita otras ciudades para pasar miedo. Aquí parece que vivimos en un terremoto que no siente

Txema Martín

Martes, 26 de enero 2016, 09:44

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Quienes no sintieron el seísmo de la semana pasada cayeron en una profunda decepción, convencidos de que nunca jamás sentirían su primer terremoto, esa primera sacudida que inaugura una sensación permanente de catástrofe que ya nunca te abandona. El temblor de la tierra me ha pillado despierto, en una de estas noches desveladas por la típica siesta dominguera que se te va de las manos y que te hace despertar al anochecer, con un grado de desorientación vergonzoso. A las cinco de la mañana los insomnes nos debatíamos entre abalanzarnos al precipicio del Diazepam o esperar pacientemente una dulce parálisis de sueño. La generosa duración del movimiento también provocó el despertar prematuro de los malagueños de sueño ligero. Los demás son los que dicen que no les despierta ni un terremoto. Después del apacible trance sísmico, notable pero inocuo, hay quien por primera vez encontró una excusa irrenunciable para salir a la calle en pijama y comentar su terremoto a las vecinas. Algunos detalles eran inventados porque los malagueños siempre hemos sido muy noveleros, pero todos pasamos un par de horas buenas gracias a la heroica sensación de haber sobrevivido a una catástrofe, donde el premio consiste en poder contarlo.

Otro motivo para la alegría: el movimiento sísmico nos ha pillado con la testosterona por las nubes. Este periódico publicó un estudio que afirmaba que el momento ideal para hacer el amor es la madrugada, concretamente las 5.40. Veinte minutos después del terremoto se ha podido engendrar algo muy grande, como un bebé que puedes llevarte al Congreso o a torear, según tu grado Richter de desequilibrio. El vaivén sísmico se convirtió entonces en un interesante prolegómeno que completaba la relación entre sexo y muerte. Después, en esas horas tontas que transcurrieron entre el temblor la tierra y el momento de ponernos a trabajar o, simplemente, a hacer cosas, en el Ayuntamiento ya tenían casi terminado un innovador proyecto de demolición de los edificios históricos que quedan en pie, una especie de réplica burocrática que, como toda forma de arte, quiere imitar a la naturaleza. Piensan empezar por el Convento de la Trinidad y terminar con el derrumbe monumental del propio Consistorio, donde ya está trazada la nueva placa tectónica municipal, soterrada o en tranvía, ya se verá sobre la marcha. Lo que está más avanzado es el Museo de los Escombros gracias a las más de 200 demoliciones de edificios históricos que se han producido en Málaga en los últimos 15 años. Este plan forma parte de un proyecto mucho más ambicioso que van a presentar el año que viene en Fitur, y que se centra en eso que los expertos de Urbanismo llaman 'turismo de catástrofes'. Hay gente que visita otras ciudades para pasar miedo. Aquí parece que está claro: vivimos en un terremoto que no siente.

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