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CARTA DEL DIRECTOR

LOCOS AL VOLANTE

Manuel Castillo

Domingo, 17 de enero 2016, 11:43

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Todo el mundo se pregunta qué va a pasar. Y no hay respuesta. Al menos, hasta hoy. El Congreso de los Diputados es desde el 'show' del pasado miércoles una compleja maquinaria por armar en la que cada partido y cada líder aprieta las tuercas sin parar, esperando que algo salte por los aires y deje un hueco por el que entrar. Nadie cede, como en una ruleta rusa en la que la victoria es la muerte política del que está enfrente. Un tic tac, sobre todo para Rajoy y Pedro Sánchez, convertido en el todo o nada, en un órdago con malas cartas. Y así pasan los días.

No hace mucho, en uno de esos estrechos aparcamientos del Ayuntamiento de Málaga, vi cómo el conductor de un flamante todoterreno, recién salido del concesionario, quedaba con mala suerte atrapado en una columna. Tanto si echaba marcha adelante como si era marcha atrás iba a rayar todo ese lateral tan pulido y brillante. El ruido de la chapa contra el cemento de la columna, puedo asegurarlo, causaba dolor a los que asistíamos a la maniobra. Pues así veo al PSOE, con la diferencia de que Pedro Sánchez parece que le importan poco los daños comparado con el desesperado conductor del parking. En sus filas muchos piensan que si pacta con el PP, mal; si lo hace con Podemos, peor, y si se pone de canto, queda a merced de unos y otros, como un cordero esperando el 'sorpasso' de los chicos de Pablo Iglesias.

La contestación interna a Pedro Sánchez de pesos pesados del PSOE es tan evidente y pública que todo hace indicar que están esperando que los acontecimientos acaben con él. Tanto es así, que algún dirigente socialista ha llegado a comentarme que no se vaya a creer Sánchez que los 23 diputados andaluces del PSOE son suyos. La opinión de muchos socialistas es que, hoy por hoy, un acuerdo entre PP y C's, junto con alguna otra formación, podrían gobernar España, aunque tienen imposible alcanzar la investidura. Por contra, creen que Pedro Sánchez y Podemos podrían alcanzar la investidura, pero la acción de gobierno sería imposible. Así está el coche de España, ni para adelante ni para atrás.

Puede ocurrir que este tic tac vaya erosionando voluntades y posibilidades de pactos y al final, como en Cataluña en el último segundo, el sol salga por Antequera con una solución más o menos estrambótica y cortoplacista. Pero puede ocurrir también que, con el convencimiento de que una repetición tal cual de las elecciones no solucionaría nada, se vaya hacia una nueva cita electoral cortando más de una cabeza de cartel.

La realidad es que, visto el espectáculo de la constitución del Congreso de los Diputados, hemos entrado en un cambio de época, sin la solemnidad ni el respeto institucional de antes y con otra forma de comunicar. En el fondo, a los de Podemos les encanta la cartera de diputado, el hemiciclo y estar ahí, en esos sillones, donde antes se sentaban otros; y al mismo tiempo zarandean las convenciones formales asumidas por todos y simbolizadas en la chaqueta y corbata, y frivolizan con ellas. Aquellos que se escandalizan por las camisetas o las rastas, debieran compararlo con jugar al Candy Crush o, mucho peor, con esos cuellos blancos encorbatados que hoy están en prisión por meter la mano en el cajón del dinero público. No deja de ser triste, pero no es lo importante.

Sería un error dejarse llevar por el efectismo de los gestos, gusten o no, y olvidar que este país se la juega y que hoy es el momento de la alta política, en el que se defiendan valores tan importantes como la unidad de España, la financiación solidaria de las comunidades, la lucha contra la corrupción y el desempleo, la eficacia de la administración pública y el sostenimiento del Estado del bienestar.

Y sentados al volante es el momento de pensar qué es lo mejor para España y no acelerar como locos como si importara poco dejar este país hecho un solar.

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