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Sensación de vivir

Txema Martín

Jueves, 10 de diciembre 2015, 00:04

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Un cruasán de admiradores rodea el Palacio de Ferias. Esta vez, entre el público, denoto cierto grado de poderío y de juventud. Para ser votante de Ciudadanos antes hay que tener paciencia, por eso Rivera y los suyos tardan treinta minutos en presentarse. Lo hacen por la puerta de atrás y con el micrófono pegado a la cara, como las grandes estrellas del pop. Hay otras innovaciones en escena como la ausencia de traducción al lenguaje de signos porque en este partido sólo hay gente perfecta, sin fisuras; todas las candidatas son un amor y los candidatos parecen yernos ideales que pasaron su adolescencia atrapados en alguna canción de Modestia Aparte. Tampoco hay atril en el escenario y con tal libertad de movimientos Juan Marín, el líder andaluz, parece un telepredicador que insinúa que su partido tiene el remedio para todo lo malo que nos pasa: Ciudadanos son los curanderos de España.

Alguien me dijo una vez una frase ideal: el problema de Cs es que tienen más intención de voto que estructura de partido. Por eso te encuentras con candidatos verdaderamente inverosímiles. Es el caso de Irene Rivera. La piloto de helicópteros es mi candidata fetiche. Su finura, la aplicación perfecta de gloss, su castellano de cien palabras y los jardines gramaticales en los que se mete ella solita me producen una fascinación rara e irreparable. Entre las intervenciones, la ausencia de un himno reconocible y cierta inexperiencia del público se traducen en un entusiasmo decepcionante. Hay silencios cuando deberían sonar aplausos, sólo algún tímido «presidente, presidente». Antes de que salga Albert Rivera, nos ponen un vídeo del candidato redactando una carta a su hija, un recurso manido y cursi hasta el aburrimiento. Rivera nos ofrece mil medidas una de ellas es «renovar la gastronomía española» y se jacta de que la gente que forma su partido viene de la sociedad civil. La noticia sería que vinieran de la luna, entonces esta columna ya estaría escrita. Su chaqueta, siempre pequeña, le obliga a tocarse el cuerpo continuamente. Como ocurre con el PP, las alusiones a Mas y a Cataluña disparan a la audiencia, que salió del recinto de forma ordenada, orgullosa de su propia moderación. Cosas de la edad.

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