Borrar
LA TRIBUNA

La muerte de las 'tecnocasas'

Los talibanes sólo aceptan su propio idioma y las ARC (Áreas de Rehabilitación Concertada) quedaron desoladas como un campo sembrado de cadáveres expropiados. Fin de la historia

SALVADOR MORENO PERALTA / ARQUITECTO

Domingo, 29 de noviembre 2015, 11:03

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En el año 2003 el PTA inició los trámites para su ampliación, y el modelo urbanístico propuesto fue presentado en el Congreso de la IASP de Lisboa, con una extraordinaria acogida para su idea motriz: el parque como una verdadera 'tecnópolis', en lo que tenía de 'tecno' pero también en lo que tenía de 'polis', esto es, ciudad con todos sus atributos. Quiere ello decir que allí iban viviendas para investigadores, equipamientos urbanos, guarderías, etc., acompañando los espacios específicamente tecnológicos. Los cabestros de la consejería del ramo denegaron la propuesta, aduciendo que cualquier cosa que no fueran oficinas sería especulación, tolón, tolón. Previsible.

Cuando se dieron cuenta del error pensaron que podía enmendarse con las Áreas de Rehabilitación Concertada (ARC) del Centro de Málaga (Lagunillas, Ollerías, San Rafael), merced a una original idea del director del PTA, siempre atento a lo último en los espacios del conocimiento: si la ciudad no podía ir al Parque, el Parque podía ir a la ciudad. En consecuencia, dentro de la veintena de iniciativas que se proyectó para la regeneración de esa abandonada zona del Centro Histórico, se singularizaban unas parcelas vacías o de edificación ruinosa para instalar allí un concepto muy sugestivo: una actuación pública integrada por grupos de viviendas para jóvenes emprendedores con espacios para el teletrabajo, trasladando al terreno residencial el concepto de 'incubadora de empresas' que tanto éxito había tenido en el PTA: 'incubadoras residenciales', que solucionaban en un mismo lugar el problema de la vivienda y del trabajo a un colectivo precario: los jóvenes.

Lo innovador de la idea era que la gestión de estas viviendas de promoción pública, en régimen de alquiler por siete años, correspondía al PTA, que pasaba así de ser una especie de distante 'country club' para emprendedores a un ente generador de innovación allí donde procediera. Estos 'barrios del conocimiento', que la prensa rebautizó como 'tecnocasas', suponía inocular en la zona una instancia vivificante para su regeneración, pues cabía esperar de ese colectivo joven y desprejuiciado una fecunda interrelación con los habitantes del lugar, sin desatar perversos procesos de erradicación ni mucho menos consolidarlo como un espacio residual de población envejecida.

Pero no se trataba sólo de 'tecnocasas'. El Programa de las ARC contemplaba el acuerdo con las monjas Mercedarias para destinar el convento del Molinillo a Escuela de Español para Extranjeros, la conversión del Vicente Espinel en Facultad de Bellas Artes, previo traslado del instituto a la antigua parcela de Cofarán y otra contigua de Endesa en el barrio de San Rafael, con la posibilidad de tener zonas deportivas, la propuesta de readaptar el garage Las Delicias para Centro Andaluz de Apoyo al Diseño Industrial, la expropiación de algunos solares para locales públicos en los que se desarrollaran políticas sectoriales complementarias (tercera edad, asistencia a colectivos vulnerables, integración de inmigrantes, etc.), un presupuesto específico para todas las medidas de apoyo a la vivienda pública y privada, contempladas en el Plan Andaluz de Vivienda, en rehabilitación y nueva planta, para la protección y rehabilitación de los últimos caserones del barroco civil, para la conservación y puesta en valor de las pinturas murales, para ayuda al pequeño comercio, recorridos singulares de interés turístico, etc.

La Consejería de Obras Públicas asumió este programa, gestionado por EPSA y minuciosamente detallado por la Oficina de Rehabilitación creada 'ad hoc', con un entusiasmo desbordante... aunque tardaran 'sólo' tres años en aprobarlo. Todo un director General de la Vivienda vino a presentarlo en la Delegación de la Junta, proclamando olímpicamente que había dispuestos cien millones de euros para su iniciación. Cada periódico de esta ciudad guarda en sus hemerotecas decenas de declaraciones públicas sobre la excelencia del programa, la joya de la corona del Gobierno autónomo, compartida con el Ayuntamiento mediante un convenio suscrito pomposamente el 3 de agosto de 2005.

Al principio empezamos a trabajar bien, con fructíferas reuniones de coordinación entre Junta y Gerencia de Urbanismo. Pero nada es más frágil en este país que lo que va bien. El programa atrajo a las consejerías de Innovación, Cultura, Educación... y el propio Ayuntamiento incrementó su interés por una iniciativa que, considerada inicialmente como un chumbo, se iba convirtiendo políticamente en una breva, y ahí es donde empezó a morir, pues tantos organismos en la misma habitación la dejaron sin oxígeno. El tiempo pasaba como el tigre borgiano y el tigre era la propia Administración entusiasmada.

Claro que todo es susceptible de empeorar, y la puntilla vino cuando cambió el Gobierno andaluz y la competencia de EPSA pasó a otro partido. A punto de empezar las obras de Lagunillas, el nuevo director del ente dejó bien claro que ese proyecto no se haría jamás, que EPSA se lo había gastado todo indebidamente en El Palmeral de las Sorpresas y que las prioridades en materia de vivienda a partir de ahora serían La Corta y los desahuciados. Nada que objetar a esas inquietudes, pero aduje que cada problema tenía su propio momento y ámbito de solución, y que no podría esperarse la revitalización de aquellos barrios si se consagraban a exclusivo campamento de desahuciados. Pero los talibanes sólo aceptan su propio idioma y las ARC quedaron desoladas como un campo sembrado de cadáveres expropiados. Fin de la historia.

La última noticia que tuve de este emblema innovador de la Junta es que alguien quería hacer ahí unos huertos urbanos.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios