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VIENEN CURVAS

¿Y si el agresor fuera un desconocido?

Educar en igualdad es la mejor campaña para prevenir la violencia de género que podemos hacer

Ana Barreales

Lunes, 23 de noviembre 2015, 12:47

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Ana Orantes murió quemada a manos de su exmarido en 1997, apenas dos semanas después de denunciar públicamente que llevaba 40 años soportando malos tratos. Intentó separarse muchas veces. Finalmente lo consiguió, pero un juez ordenó que compartieran la casa en la que vivían: ella en el piso de arriba y su expareja en el de abajo. En el patio común la mató. Su caso supuso una revolución informativa y legislativa que desembocó en la aprobación de la Ley integral contra la Violencia de Género. Empezaron a hacerse las cosas de otra manera, pero las muertes no acabaron con el cambio de legislación. Desde entonces, eso sí, nos enteramos de qué pasa. Antes, no saber era una buena excusa para no hacer nada.

Cada mujer asesinada es un fracaso. Y también cada chica que no ve tan mal que su pareja la pegue y la insulte «porque lo peor es que te pongan los cuernos» -como explican algunas- , y cada adolescente a la que su novio controla el móvil, cómo se viste y con quién se relaciona. Pero no es sólo un fracaso de las políticas de violencia de género, sino de toda la sociedad, que todavía ve los celos y el afán de posesión como un signo más de amor y que no declara la guerra a los asesinos porque las muertes se producen en goteo .

Hay quien considera que esto no va con ellos, que es una situación de personas de escasa formación y recursos económicos. Sólo hace falta hablar con cualquier profesional que trate a mujeres maltratadas para saber que la violencia machista no entiende de clase social. No basta con tener recursos e independencia económica para separarse, además hace falta valor. Algo bastante difícil para alguien que vive amenazada y tiene el enemigo en casa.

Ningún maltratador va a descubrir que lo hace mal mirando una campaña informativa. Tampoco es un asunto que se pueda resolver exclusivamente a golpe de ley: no tiene sentido seguir endureciendo las penas ni aplicar castigos más severos a los hombres que a las mujeres por el mismo hecho. Eso sólo cargará de razones a aquellos que creen que no hay que luchar contra la violencia de género porque entre miles de denuncias reales hay algunas falsas. Que se lo cuenten a las familias de las muertas.

Un estudio realizado en Málaga revelaba que casi la mitad de los hombre no actuaría si viera a un amigo maltratar a su pareja. ¿Y si el agresor fuera un desconocido? Probablemente muchos de ellos sí intervendrían cual valerosos caballeros. Educar en igualdad es la mejor, y casi la única, campaña que podemos hacer para prevenir los malos tratos. Pero no solo en paneles informativos, sino en casa y en el colegio. Y sobre todo con el ejemplo: preparando para el futuro a mujeres independientes y fuertes, que sepan salir corriendo de una relación en la que el control empiece a mezclarse con el amor.

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